No podemos pertenecer a la misma Iglesia
Luis Fernando Pérez Bustamante
Vaya por delante que de ninguna de las maneras pretendo que lo que voy a escribir en este post sea la opinión de la Iglesia, en especial de su jerarquía, con los obispos y el Papa a la cabeza. Quede claro que bajo ningún concepto pretendo tener más “autoridad” -tampoco menos- que la que pueda tener cualquier católico fiel a la Iglesia por su condición bautismal de rey y sacerdote. Es decir, yo ni quito ni pongo. Ni echo ni dejo de echar a nadie de la comunión eclesial. Primero porque no puedo. Segundo porque aunque pudiera, no me corresponde a mí esa tarea. Pero sí que puedo, e incluso debo, dar mi opinión y las razones de la misma.
Y es mi opinión que no podemos formar parte de la misma Iglesia aquellos que, por un lado, pensamos que no da lo mismo creer una cosa que la contraria y los que creen que sí da lo mismo. No podemos formar parte de la misma Iglesia los que defendemos la idea de que todos los fieles deben acatar lo que enseña el magisterio y los que piensan que se puede disentir del mismo en prácticamente cualquier punto. En definitiva, no podemos formar parte de la misma Iglesia quienes profesamos la fe católica y quienes profesan una fe hecha a imagen y semejanza de sus opiniones particulares sobre la práctica totalidad de las doctrinas y enseñanzas éticas y morales de la Iglesia Católica.
Y como quiera que no podemos formar parte de la misma Iglesia, no tiene sentido que nos engañemos y engañemos al mundo bajo un ropaje hipócrita de unidad eclesial y canónica que no refleja la verdadera naturaleza de nuestras radicales diferencias. A nadie le cabe la menor duda de que Cristo desea la unidad de todos los cristianos. Pero sólo a los necios se les ocurriría pensar que la misma puede producirse a costa de la verdad o a costa de negar lo evidente. Por ejemplo, a mí me encantaría estar en la misma Iglesia que mis amigos protestantes. Y tengo unos cuantos. Pero no se me ocurre pensar que podemos tomar la misma comunión cuando ni tan siquiera podemos ponernos de acuerdo en la presencia real de Cristo y la naturaleza sacrificial de la Eucaristía, o cuando somos incapaces de creer lo mismo sobre algo tan elemental como el bautismo. Si no tenemos la misma fe, podremos orar juntos pero no estar en comunión plena.
Si eso ocurre con los protestantes, y de paso con los ortodoxos, ¿qué nos hace pensar que no pasa exactamente lo mismo con los que creen y dicen ser católicos pero, de hecho, están más lejos de la fe católica que muchos protestantes y la inmensa mayoría de los ortodoxos?. Hablando claro y poniendo nombres ¿qué pintan en la misma Iglesia Masiá, Arregi, Vidal o Torres Queiruga y Pérez Bustamante, Iraburu, Moreno Ramos o Fernández de la Cigoña?. ¿Es que yo voy a estar en la misma Iglesia que un señor que dice “el dogma de la Trinidad, tal como quedó formulado allá por el siglo IV, en el Concilio de Nicea y en el de Constantinopla es un galimatías” que expresa “la fe cristiana en términos torpes"?. ¿Acaso voy a estar en la misma Iglesia que un señor que niega la resurrección real de Cristo y que asegura que si aparecieran los restos de su cuerpo sería una de las mejores noticias de su vida?. ¿A cuento de qué yo voy a tomar la misma Eucaristía con esas personas?. ¿A cuento de qué la voy a compartir con quienes creen que esas personas son hermanos en la fe?. Si ellos son católicos, también lo son los Testigos de Jehová, los cuáqueros o los veterocalendaristas orientales.
Seamos honestos. Quitémonos toda máscara. Tengamos la decencia de ser fríos o calientes, en vez de tibios. Si la progresía eclesiástica pseudo católica quiere otra Iglesia, otra fe, otro credo, que abandone de una vez por todas la Iglesia Católica. Que abandone la Iglesia de Nicea, de Trento y de un Vaticano II interpretado bajo la hermenéutica de la continuidad y en comunión con el Papa y no bajo el espíritu de la mentira al que los progres identifican blasfemamente con el Espíritu Santo.
Una vez cada cual en su sitio, podremos rezar con ellos como rezamos de vez en cuando con protestantes y ortodoxos. Pero fuera farsas. Fuera pantomimas. Fuera engaños. No profesamos la misma fe. No tiene sentido que nos sentemos a la misma mesa del Señor.
¿Quieren ser católicos?. Que se conviertan a la fe católica. La gracia de Dios les capacita para eso y para más. Y en el proceso de conversión contarán con nuestras oraciones, nuestro apoyo y nuestra paciencia. Pero si se niegan, lo mejor que pueden hacer es coger la puerta y largarse. Y si no lo hacen, pienso que los pastores deben de invitarles a hacerlo. Incluso en determinados casos, deben de empujarles fuera. Los apóstoles lo hicieron y no les fue mal. No sé qué ha cambiado para que hoy no se haga lo mismo. No podemos ir de la mano con los herejes y apóstatas.
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