lunes, 28 de diciembre de 2009

Los cambios en la liturgia pontificia introducidos por Benedicto XVI - Mauro Gagliardi

Los cambios en la liturgia pontificia introducidos por Benedicto XVI
P. Mauro Gagliardi
Consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 25 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Los fieles de todo el mundo han podido constatar en directo por la televisión los cambios producidos en la liturgia pontificia bajo Benedicto XVI.

Hemos conversado sobre esto con el sacerdote Mauro Gagliardi, ordinario de la Facultad de Teología del Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum" de Roma y consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

Se ocupa además de la firma de teología litúrgica "Espíritu de la liturgia", que ZENIT publica cada quince días.


- Leyendo el artículo de Luigi Accattoli Il rito del silenzio secondo papa Ratzinger [El rito del silencio según el Papa Ratzinger] (Liberal, 1 de diciembre de 2009, p. 10), emerge la idea de un cierto trabajo, solicitado por el mismo Santo Padre, para poner a la liturgia papal más en línea con la tradición. Como nos acercamos a las solemnes celebraciones de las fiestas navideñas, que serán presididas en San Pedro por Benedicto XVI, queremos aprovechar la ocasión para hablar con usted sobre estos cambios.

- Mauro Gagliardi: El artículo de Accattoli presenta una eficaz panorámica de algunas de las más visibles, entre las recientes decisiones en materia de liturgia pontificia, aunque hay otras, probablemente no mencionadas por brevedad o por ser de más difícil comprensión para el gran público.

El destacado y apreciado vaticanista subraya varias veces que estos cambios están inspirados por el mismo Santo Padre quien, como todos saben, es experto en liturgia.


- Accattoli empieza su reconstrucción mencionando las vestimentas papales que habían caído en desuso en las últimas décadas: el camauro, el saturno rojo, la muceta con piel de armiño. También mencionan los cambios producidos respecto al palio.

- Mauro Gagliardi: Se trata de elementos de las vestiduras propias del pontífice, como el color rojo de los zapatos, no recordado explícitamente por el articulista.

Si bien es cierto que en las últimas décadas los sumos pontífices han elegido no utilizar estos elementos, o cambiar su forma, también es verdad que nunca han sido abolidos y, por tanto, todo Papa los puede utilizar.

No hay que olvidar que, como la mayoría de los elementos visibles de la liturgia, también las vestiduras de uso extralitúrgico responden tanto a necesidades prácticas como simbólicas.

Recuerdo que cuando el Papa Benedicto utilizó por primera vez el camauro --un tocado de invierno que protege bien del frío--, un conocido semanario italiano publicó el rostro sonriente del Santo Padre, que llevaba el camauro, y bajo la foto se leía un pie de foto que decía: "¡Ha hecho bien!", refiriéndose al hecho de que también el Papa tiene derecho a resguardarse del frío.

Pero no son sólo razones prácticas. No debemos olvidar quién es y qué función desempeña la persona que usa esas vestimentas: por eso, tienen también un valor simbólico, que se expresa con su belleza y su particular decoro.

Distinto es el caso del palio, que es en cambio una prenda litúrgica. Juan Pablo II utilizaba uno igual al que llevan los arzobispos metropolitanos.

Al inicio del pontificado de Benedicto XVI, se había preparado uno con forma distinta, que retomaba usos antiguos y que el Santo Padre utilizó durante algún tiempo.

Después de estudios atentos, se advirtió que era preferible volver a la forma usada por Juan Pablo II, aunque se han introducido pequeñas modificaciones que resaltan claramente la diferencia entre el palio de los metropolitanos -que les impone el Papa- y el palio del sumo pontífice.

Puede encontrarse más información sobre esto en la entrevista a monseñor Guido Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, publicada en "L'Osservatore Romano" del 26 de junio de 2008.


- ¿Qué puede decirse de la férula escogida por Benedicto XVI en lugar del crucifijo del escultor Scorzelli, utilizado por Pablo VI y por los dos Juan Pablo, hasta la primera parte del pontificado del mismo Papa Benedicto?

- Mauro Gagliardi: Se podría decir que también aquí vale el mismo principio. Se puede mencionar una razón práctica: el actual pastoral de Benedicto XVI, que él utiliza desde el inicio del presente año litúrgico, pesa 590 gramos menos respecto al crucifijo de Scorzelli, por tanto más de medio kilo de diferencia, que no es poco.

En cuanto al aspecto histórico, el pastoral con forma de cruz responde más fielmente a la forma del pastoral típico de la tradición romana, o bien al utilizado por los sumos pontífices, que siempre ha sido con forma de cruz y sin crucifijo.

También aquí se podrían añadir otras reflexiones desde el punto de vista simbólico y estético.


- Accattoli cita también otros cambios, que podríamos definir como más de sustancia: la preocupación por los momentos de silencio, la celebración orientada hacia el crucifijo y de espaldas a la asamblea y la comunión distribuida a los fieles de rodillas y en la lengua.

- Mauro Gagliardi: Se trata de elementos de gran significado, que obviamente no puedo analizar aquí de modo detallado, sino sólo brevemente. La Institutio Generalis del Misal Romano publicado por Pablo VI prescribe en diversos lugares observar el sacro silencio.

La atención en la liturgia papal a este aspecto, por tanto, no hace más que poner en práctica las normas establecidas.

En lo que se refiere a la celebración orientada hacia el crucifijo, vemos que, como norma, el Santo Padre está manteniendo la posición del altar considerada "hacia el pueblo", tanto en San Pedro como en otros lugares.

Ha celebrado sólo unas pocas veces hacia el crucifijo: en particular, en la Capilla Sixtina y en la Capilla Paulina, restaurada recientemente.

Como toda celebración de la Misa, cualquiera que sea la posición física del celebrante, es una celebración dirigida al Padre a través de Cristo en el Espíritu Santo y no dirigida "al pueblo" o a la asamblea, excepto en los pocos momentos dialogados, no es extraño que quien celebra la Eucaristía pueda disponerse también físicamente "hacia el Señor".

Particularmente en lugares como la Capilla Sixtina, donde el altar está adosado a la pared, es algo natural y fiel a las normas celebrar sobre el altar fijo y dedicado, dirigido por tanto hacia el crucifijo, en lugar de añadir un altar móvil para la ocasión.

Finalmente, en lo que respecta a la manera de distribuir la Santa Comunión a los fieles, es necesario distinguir el aspecto de recibirla de rodillas del de recibirla en la lengua.

En la actual forma ordinaria del rito romano (o Misa de Pablo VI), los fieles tienen derecho a recibir la Comunión estando de pie o de rodillas.

Si el Santo Padre ha decidido dar la comunión de rodillas, pienso - obviamente ésta es sólo una opinión personal - que considera esta manera más adecuada para expresar el sentido de adoración que debemos siempre cultivar ante el don de la Eucaristía.

Es una ayuda que el Papa da a los que reciben la comunión de sus manos, una ayuda para considerar atentamente a quién es Aquel al que se va a recibir en la santísima Eucaristía.

Por otra parte, en la Sacramentum Caritatis, citando a san Agustín, el Santo Padre había recordado que al recibir el Pan eucarístico debemos adorarlo, porque pecaríamos recibiéndolo sin adoración.

Antes de comulgar, el mismo sacerdote se arrodilla ante la Hostia, ¿por qué no ayudar a los fieles a cultivar el sentido de adoración propiamente a través de ese gesto?

En lo referente, en cambio, a recibir la Comunión en la mano, se recuerda que esto es hoy posible en muchos lugares (posible, no obligatorio), pero que sigue siendo una concesión, una derogación a la norma ordinaria que afirma que la Comunión se recibe sólo en la lengua. Esta concesión se les ha hecho a las Conferencias Episcopales que la han pedido y no es la Santa Sede quien la sugiere o promueve.

Y, por supuesto, ningún obispo miembro de la Conferencia Episcopal que ha pedido y obtenido el indulto está obligado a aplicarlo en su diócesis: todo obispo puede siempre decidir que en su diócesis se aplique la norma universal, que está vigente a pesar de todos los indultos concedidos, norma que establece que los fieles deben recibir la Santa Comunión en la lengua.

Si ningún obispo del mundo está obligado a aplicar el indulto, ¿cómo podría estarlo el Papa?. Es importante, en efecto, que propiamente el Santo Padre mantenga la regla tradicional, confirmada ya una vez por Pablo VI, que veta a los fieles recibir la comunión en la mano.


- En conclusión, según usted, que forma parte del equipo de consultores de monseñor Guido Marini, ¿qué sentido ve en las novedades introducidas en la liturgia papal bajo Benedicto XVI?

- Mauro Gagliardi: Naturalmente sólo puedo hablar a título personal, sin tener mi opinión ningún carácter de posición oficial de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

Me parece que lo que se está intentando hacer es conjugar con sabiduría lo antiguo y lo nuevo, actuar en el espíritu y en la letra, en la medida de lo posible, según las indicaciones del Vaticano II y hacerlo de manera que las celebraciones pontificias sean ejemplares bajo todos los aspectos.

Quien asiste a la liturgia papal debe poder decir: "¡Eso es, así se hace! ¡Así debemos hacer también nosotros en nuestra diócesis, en nuestra parroquia!".

Querría, por último, destacar que esta "novedad", como la define usted, no se introduce simplemente de manera autoritaria.

Habrá notado que a menudo las novedades son explicadas, por ejemplo a través de entrevistas que el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias concede a "L'Osservatore Romano" o de otras comunicaciones periodísticas.

También nosotros los consultores de vez en cuando publicamos artículos en el diario de la Santa Sede para explicar el sentido histórico y teológico de las decisiones que se toman.

Para usar una palabra que está de moda, diré que es un modo "democrático" de proceder, entendiendo con esto, no que las decisiones se tomen por mayoría, sino que se intenta hacer entender el motivo profundo de estos cambios, que es siempre un motivo histórico, teológico y litúrgico y no puramente estético, y menos ideológico.

Podríamos decir que nos esforzamos por dar a entender la ratio legis y me parece que también este hecho representa una "novedad" de cierta importancia.





jueves, 24 de diciembre de 2009

Santa y Feliz Navidad - Fraternidad de Vida Nueva

Santa y Feliz Navidad
Fraternidad de Vida Nueva


“Univérsi, qui te exspéctant, non confundéntur, Dómine”
[“Todos los que en ti esperan no quedarán confundidos, oh Señor”]


Dios acababa de dar a la tierra un Salvador y en los brazos de Maria en éxtasis, los Ángeles adoran al Verbo encarnado. ¡Que lección para nuestra fe! El tiempo no disminuye la profundidad del misterio; los siglos pasan por delante de este pesebre bendito, el cual nos conserva y nos transmite el recuerdo del nacimiento de Jesucristo, sublime y encantadora prueba del amor de Dios hacia nosotros! Si vosotros no podéis olvidar vuestra madre, vuestra familia, vuestra patria, cristianos no olvidéis al que ha nacido para salvarnos.

Oración. Dios Todo Poderoso, que derramáis hoy sobre nosotros la nueva luz de vuestro Verbo encarnado, haced que la fe de este misterio se infunda también en nuestros corazones. Señor y Dios nuestro, haced del mismo modo, te lo rogarnos, que celebrando con alegría la Natividad de N. S. Jesucristo, merezcamos, por una vida digna de El, gozar de su presencia. Así sea.


Es el deseo de:
Fraternidad de Vida Nueva
y Multiespacio Cultural EL CAMINO



sábado, 12 de diciembre de 2009

Oración a la Virgen de Guadalupe - Emperatriz de América y Patrona de nuestra Fraternidad de Vida Nueva

Oración a la Virgen de Guadalupe
Emperatriz de América y Patrona de nuestra Fraternidad de Vida Nueva


Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar,
porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.

Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar,
porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.

Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.

Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar,
que así rendirá el trabajo una y mil veces más.

Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad,
pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.

Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.

Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha por toda la eternidad.

Amén.



Vea el video "Águila que Ama" de Martín Valverde (sobre san Juan Diego) tomado de su CD "Profeta".






lunes, 7 de diciembre de 2009

El Papa Benedicto XVI advierte peligros de teología marxista de la liberación y pide superar graves consecuencias

El Papa Benedicto XVI advierte peligros de teología marxista de la liberación y pide superar graves consecuencias


VATICANO, 05 Dic. 09 / 08:22 am (ACI): El Papa Benedicto XVI advirtió de los peligros de la teología marxista de la liberación y alentó a superar sus graves consecuencias en medio de las comunidades eclesiales, como la rebelión y el disenso, a la luz de la instrucción Libertatis nuntius que cumple 25 años de publicación y que fuera redactada cuando él era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Al recibir este mediodía al grupo de Obispos de Brasil de la región Sur 3 y Sur 4 en visita ad limina, el Santo Padre recordó que "en agosto pasado se cumplieron 25 años de la Instrucción Libertatis nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, que subraya el peligro que comportaba la aceptación acrítica, realizada por algunos teólogos, de tesis y metodologías provenientes del marxismo".

Benedicto XVI advirtió, tras haber reflexionado sobre el papel de las universidades católicas, que las secuelas de la teología marxista de la liberación "más o menos visibles de rebelión, división, disenso, ofensa, anarquía, aún se hacen sentir, creando en vuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y grave pérdida de fuerzas vivas".

Por esa razón, el Santo Padre exhortó "a cuantos se algún modo se sientan atraídos, involucrados y afectados en lo íntimo por ciertos principios engañosos de la teología de la liberación, que se confronten nuevamente con la referida Instrucción, acogiendo la luz benigna que la misma ofrece con mano extendida".

Benedicto XVI recordó también "la regla suprema de fe de la Iglesia proviene efectivamente de la unidad que el Espíritu estableció entre la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, en una reciprocidad tal que no pueden subsistir de manera independiente", como explica en la encíclica Fides et Ratio el Papa Juan Pablo II.

"Que en el ámbito de los entes y las comunidades eclesiales, el perdón ofrecido y acogido en nombre y por amor de la Santísima Trinidad, que adoramos en nuestros corazones, ponga fin a las tribulaciones de la querida Iglesia que peregrina en las Tierras de la Santa Cruz", alentó.

La Instrucción Libertatis nuntius fue publicada el 6 de agosto de 1984, tras la autorización del Papa Juan Pablo II, para que el entonces Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, procediera con la publicación.

El objetivo de la instrucción, explica el mismo texto, es "atraer la atención de los pastores, de los teólogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana, que implican ciertas formas de teología de la liberación que recurren, de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista".

El citado texto explica "la certeza de que las graves desviaciones ideológicas" de la teología marxista de la liberación "conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres". Entre otras cosas, la instrucción también advierte que el análisis marxista de la realidad "arrastra las ‘teologías de la liberación’ a aceptar un conjunto de posiciones incompatibles con la visión cristiana del hombre".



Para más información:

«Libertatis Nuntius»
Instrucción sobre algunos aspectos de la “teología de la liberación”
Congregación para la Doctrina de la Fe
http://www.aciprensa.com/apologetica/teologia/libertatis.htm


«Libertatis Conscientia»
Instrucción sobre libertad cristiana y liberación
Congregación para la Doctrina de la Fe
http://www.aciprensa.com/apologetica/teologia/conscientia.htm


martes, 1 de diciembre de 2009

"Madre, a tu corazón confiamos la causa por la vida" - Mons. Juan Alberto Puiggari

"Madre, a tu corazón confiamos la causa por la vida"
Carta de Mons. Juan Alberto Puiggari a los fieles de Mar del Plata
36° Marcha de la Esperanza - 05 de Diciembre 2009 - 16 hs



Queridos hermanos:

Al comienzo de este año pastoral, inspirado en las Palabras de Jesús: "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Cf. Jn 10,10), convoqué a toda la Diócesis, "a anunciar con renovado vigor el Evangelio de la vida"; "a unir fuerzas y trabajar ( ... ) teniendo como horizonte la belleza y la altísima dignidad de la vida humana" (Carta Pastoral con ocasión de la celebración de la Semana de la Vida 2009). Les decía en esa Carta Pastoral: "Debemos acrecentar la conciencia de la dignidad de toda persona humana desde la concepción hasta su muerte natural. En cada situaci6n, ante cada hermano, en cada etapa del desarrollo de la vida humana, debemos afirmar y anunciar la buena noticia de la vida". Doy gracias a Dios, porque nos ha permitido realizar los objetivos que nos habíamos propuestos en la misi6n de anunciar, promover y cuidar el don de la vida, que viene de Dios y que Él nos confía para que vivamos en plenitud. Plenitud, que sólo es posible por la primacía de su Gracia y que se puede traducir en una vida de dignidad, que madura en el amor, que se fortalece en el sacrificio y se embellece en la alteridad, descubriendo al hermano como un don. Plenitud que se alcanza en la Verdad y la Caridad y que hace posible la tan anhelada libertad, sin la cual el hombre no puede ser verdaderamente feliz.

Desde la pastoral ordinaria y con acciones extraordinarias pudimos -como escribí en la Carta Pastoral- ''unirnos, en el desafío de multiplicar gestos, actitudes, acciones que manifiesten el compromiso ante la maravilla de la creación y, en especial, de la vida humana". Acciones que nos permitieron contemplar, desde el inicio de la vida en el seno materno, hasta su ocaso natural, los distintos rostros humanos que nos interpelan a acoger y cuidar el don maravilloso de la vida humana (cf. ídem).

Llegamos al final del año pastoral y nos encontramos con la "Marcha de la Esperanza" que como todos los años quiere ser la expresión de amor a la Virgen María y de confianza filial en la Madre que nos abre las puertas del Adviento y nos señala a su Hijo Jesús, que es "Camino, Verdad y Vida".

Quiero invitarlos a culminar este "Año de la Vida" confiando todo a María. Que juntos podamos decirle a la Virgen: "Madre, a tu corazón confiamos la causa por la vida". El encuentro con la Virgen será el sábado 5 de diciembre a las 16 hs. en la Gruta de Lourdes. Desde allí -como todos los años- nos pondremos en marcha a hacia la Iglesia Catedral; pasando por las parroquias San Antonio, Jesús Obrero, San José y la Asunción de la Virgen.

La Marcha de la Esperanza es una verdadera manifestación de religiosidad popular en donde se destacan tres signos. En primer lugar, el caminar, que nos recuerda nuestra condición de peregrinos hacia la casa del Padre en donde alcanzaremos la Vida eterna. Lo segundo, la oración, que a lo largo del camino tiene distintos matices, penitencial, de alabanza y de intercesión. Por los altoparlantes se escucha la Palabra de Dios, la música, los cánticos y las preces que van predisponiendo el corazón del peregrino para que la oración, sea un dialogo de amor y amistad con aquel que sabemos que camina junto a nosotros, nos ama y nos da la vida en abundancia. El tercer signo es la fraternidad, caminamos juntos, hacemos la experiencia de que vivir es convivir, alentándonos mutuamente, la oración no sólo es diálogo con Dios sino también con los hermanos. ¡Qué bien nos hace saber que otros rezan con nosotros y muchas veces por nosotros!

Peregrinación, oración y fraternidad tres signos de una realidad superior: "la Iglesia". En la "Marcha de la Esperanza" está la Iglesia porque está el Obispo, porque están los sacerdotes, los diáconos, los consagrados, porque están los laicos, niños, jóvenes, familias, ancianos. Es la Iglesia que camina hacia el encuentro con su Señor en la Eucaristía, por eso como todos los años les insisto en que la "Marcha" termina con la bendición de la Misa y con el saludo "Pueden ir en Paz". Hemos caminado, hemos rezado y cantado, hemos celebrado la vida; asumidos por Cristo en su sacrificio, fuimos pacificados por Él y devueltos a la vida diaria para ser instrumentos de su paz.

En esta Marcha de la Esperanza también tendremos muy presente a los sacerdotes. Como recordarán, el Santo Padre Benedicto XVI, en ocasión de cumplirse 150 años de la muerte del Santo Cura de Ars, mandó que en toda la Iglesia se celebrase un Año Sacerdotal, "Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote". En la Marcha rezaremos por esta fidelidad, para que el sacerdote sea santo, de manera que como Jesús, sea un buen compañero de camino para los hombres. Que con Jesús sea maestro de oración. Que en su ministerio sea el buen pastor que da la vida por sus hermanos.

Queridos hermanos, que nadie se quede en casa el sábado 5 de diciembre. Con María y con Jesús queremos cantar por las calles de nuestra ciudad el amor a la vida. Les propongo que en estos días previos a la Marcha salgamos a invitar a nuestros parientes, vecinos y amigos. Que las parroquias, capillas, los colegios y todos los movimientos e instituciones de la Iglesia nos preparemos con la oración y los sacramentos, especialmente la confesión, "ponernos el traje de fiesta", revestimos de la Gracia de Cristo, para que esta gran fiesta tenga la luminosidad de Cristo que brilla en los corazones reconciliados.

Los espero en la Gruta de Lourdes y con mi afecto de padre y pastor, los bendigo.


Mar del Plata, Octubre 2009



Mons. Juan Alberto Puiggari
Obispo de la Diócesis de Mar del Plata





domingo, 22 de noviembre de 2009

Jesucristo, Rey del Universo - Mario Caponnetto

Jesucristo, Rey del Universo
Mario Caponnetto


La celebración de la Festividad de Cristo Rey que, a partir de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, cierra el ciclo del tiempo ordinario y clausura el año litúrgico, ha de movernos a una seria reflexión. Pues si la Iglesia proclama a Jesucristo como Rey debemos preguntarnos qué significa este reinado y cuáles son las consecuencias que de él se derivan.

Muchos sospechan que el Concilio no se ha limitado a un simple traslado de la antigua festividad instituida por el Papa Pío XI, en 1925, del último domingo del mes de octubre al último domingo del ciclo anual, sino que ha ido más lejos: ha cambiado sustancialmente el sentido originario de la misma festividad. En efecto, se dice, ya no se trata de afirmar el reinado de Cristo sobre todas las realidades, principalmente aquellas que son propias del orden público y social, sino de acentuar, más bien, la naturaleza espiritual, extramundana y metahistórica de aquel Reinado. El traslado, en consecuencia, respondería antes a este criterio nuevo pues la festividad clausura, ahora, y da cima a todo el clima esjatológico que tiñe marcadamente la liturgia de los últimos domingos del año.

Pero ¿es esto así? Como sucede muy a menudo, desde la aparición en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo del Concilio Vaticano II, también en este delicadísimo punto, un espíritu mundano y secularizante -hoy lamentablemente muy difundido en amplios sectores eclesiales- parece querer prevalecer no sólo sobre el espíritu del propio Concilio sino, lo que es más grave, sobre lo que ha sido y sigue siendo doctrina permanente y segura del Magisterio de la Iglesia, de la Tradición y de la propia Escritura, fuentes insustituibles de la Fe Católica.

Volvamos, pues, a la pregunta inicial: el Reinado de Cristo ¿es sólo la consumación metahistórica del Reino anunciado por el mismo Jesús o, además, conlleva una efectiva y real potestad de Cristo sobre el orden temporal público y privado? La respuesta debe ser meditada y repensada por la inteligencia cristiana en esta época de tanta confusión y -¿cómo no decirlo aunque duela?- de tanta pusilanimidad entre los católicos, sean laicos, sean pastores.

La guía más segura, al respecto, es volver a una atenta lectura de la Encíclica Quas primas, dada por el Papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925. Este importante documento -cuya vigencia no ha sido negada oficialmente ni por el Concilio ni por ninguno de los Sumos Pontífices posteriores a Pío XI- no solamente instituye la festividad litúrgica de Cristo Rey sino que compendia admirablemente la verdadera doctrina católica sobre nuestro tema.

A nuestro juicio son tres los elementos esenciales a tener en cuenta en la lectura de la Encíclica: primero, el sentido y el fundamento de la Realeza de Cristo; segundo, el carácter de esta Realeza; tercero, el contexto histórico en el que fue escrita la encíclica.


a. Sentido y fundamento de la Realeza de Cristo.

Distingue Pío XI un doble sentido de la realeza de Cristo: el metafórico (translata verbi significatione) y el propio (propria verbi significatione). Según el primero de estos sentidos decimos que "Cristo reina en la inteligencia de los hombres [...] por ser Él la misma Verdad y por la necesidad que tienen los hombres de beber en Cristo la verdad y aceptarla de Él". También, "que reina en las voluntades de los hombres [...] porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad, encendiendo en ella los más altos propósitos"; finalmente, Cristo "es rey de los corazones, porque con su supereminente caridad [...] se gana el amor de las almas" (1).

Pero en un sentido propio "se ha de atribuir a Jesucristo hombre el título y la potestad de rey; pues sólo como hombre se puede afirmar de Cristo que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino (Dan. 7, 13-14) ya que como Verbo de Dios, identificado sustancialmente con el Padre, posee necesariamente en común con el Padre todas las cosas y, por lo tanto, también el mismo poder supremo y absoluto sobre toda la creación" (2).

Estamos, sin duda, ante una definición de singular trascendencia pues se trata, nada menos, que de la Realeza de Cristo vista a la luz suprema del misterio de la unión hipostática. Y aquí reside el fundamento radical de dicha realeza: "en una palabra, por el sólo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre la creación universal" (3).

Es que la Encarnación del Verbo ha transfigurado, de raíz, todas las realidades humanas. Ya nada es lo mismo a partir del hecho, capital y fundante, de la Encarnación. Y si Santo Tomás, al establecer, con Aristóteles, que la verdad es el fin del universo, recuerda que por eso ad veritatis manifestationem divina Sapientia carne inducta se venisse in mundo (4), de tal modo que a partir de ahora esa Verdad, entrevista por el Filósofo, no es otra que la Verdad Encarnada, fundamento y fin de toda sabiduría humana, así también, a partir de la Encarnación podemos hablar de una Potestad Encarnada -divina potestas carne inducta- fundamento y fin de toda potestad sobre la tierra.


b. Carácter de la Realeza de Cristo.

El Papa se detiene extensamente en las fuentes escriturísticas (tanto del Viejo cuanto del Nuevo Testamento) que abonan la Realeza de Jesucristo y no puede sino concluir que todos los textos sagrados demuestran con plena evidencia "que este reino es principalmente espiritual y que su objeto propio son las realidades del espíritu" y que "cuando los judíos y aún los mismos apóstoles juzgaron equivocadamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo judío y restablecería el reino de Israel, Cristo deshizo y refutó esta idea vanamente esperanzada" (5).

No; no hay lugar alguno para confundir el Reino de Cristo con ningún reinado temporal ni para identificarlo con ninguna forma de dominio humano. Pero este aspecto esencial y eminente no se contradice con la potestad real que Cristo ejerce sobre todo el hombre y sobre todo el universo. Entonces, ¿por qué substraer las realidades políticas y sociales a la potestad real de Jesucristo? ¿Por qué cerrarle, precisamente, las puertas al Rey de la Historia, allí donde los hombres fundan la ciudad terrena? ¿Por qué inexplicable prejuicio se ha de excluir de la divina potestad del Redentor el orden social, jurídico, económico y familiar? "Incurriría en grave error -concluye Pío XI- el que negase a la humanidad de Cristo el poder real sobre todas y cada una de las realidades sociales y políticas del hombre" (6).


c. Contexto histórico de la encíclica.

Por último, no hay que olvidar el contexto histórico en el que fue escrito este notable documento. El Papa lo señala desde las palabras iniciales: se trata de un mundo sobre el que se ha precipitado un diluvio de males cuya causa no es otra que el rechazo de la inmensa mayoría de la humanidad a Jesucristo y su santísima ley, tanto en la vida privada, en la vida familiar y en la vida pública. Por eso, concluye, es vana la esperanza de paz de los pueblos si se deja de lado a Cristo. Resuena, entonces, firme e intrépida, la consigna con la que el Papa convoca a los hombres de aquella hora: pax Christi in Regno Christi.

También hacia el final de la Carta vuelve Pío XI al panorama del mundo de entonces. Señala, como gravísimos males del aquel mundo, el laicismo y la apostasía pública que él ha producido en las sociedades (7). Justamente, se trata de reparar tales males instituyendo para ello la celebración solemne de Cristo Rey porque la Iglesia, por medio de su admirable pedagogía, cada vez que quiere hacer viva en los fieles la presencia de una verdad determinada, la celebra, la hace liturgia.

Para concluir: ¿quién puede negar que aquel laicismo devastador y aquella apostasía de las naciones que atribulaban el corazón del Papa hace ya casi ocho décadas, son casi nada si las comparamos con este radical inmanentismo y con este impío secularismo que presiden, hoy, la construcción de una Civitas Mundi, inspirada en el Regnum Hominis en perenne batalla contra la Civitas Dei?

Más, mucho más que en 1925, se hace hoy preciso rescatar la necesaria proyección temporal del Reinado de Cristo como único modo de hacer un mundo más justo y más humano. Todo cuanto hagamos en este sentido, es cierto, ha de ser con la mirada puesta en ese Reino que consumará la Historia. Pero mientras aguardamos -y dejando expresamente a salvo la legítima pluralidad de las opciones políticas del cristiano- recordemos, con palabras de Jordán B. Genta, maestro y mártir de la Fe: "Con Cristo lo podemos todo y nuestro empeño en lo político debe ser para que Él reine... (8).

"No tengamos miedo de proclamar esta Realeza de Cristo. Sobre los tejados. Sin flaquezas. Con caridad. Nadie puede temer este Reinado. Pues como lo recuerda Pío XI: Non eripit mortalia, qui regna da caelestia.



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Notas

(1) Quas primas, 4. Seguimos el texto español de Doctrina Pontificia, II, Documentos Políticos, BAC, Madrid, 1958.

(2) Ibidem.

(3) Quas primas, 6.

(4) C.G. I, c. 1.

(5) Quas primas, 8.

(6) Ibidem.

(7) Quas primas, 12 y 13.

(8) Jordán B. Genta, El nacionalismo argentino, Buenos Aires, 1972.





martes, 10 de noviembre de 2009

La Eucaristía. Una Catequesis Mistagógica sobre la Misa - Raniero Cantalamessa

La Eucaristía
Una Catequesis Mistagógica sobre la Misa
R. P. Fray Raniero Cantalamessa, ofmcap
Barcelona 2007


El modo más simple y directo para ilustrar el misterio eucarístico es comprender la Misa en la que es celebrado y vivido. Por tanto, seguiremos este camino. En la antigüedad cristiana existía un tipo de catequesis especial llamada catequesis mistagógica. A diferencia de la catequesis ordinaria, era impartida después, no antes del bautismo, por el obispo mismo y no por subalternos. Su objetivo, como dice el nombre, era “introducir a los fieles en las profundidades del misterio”.

Era el momento en que se revelaban a los neófitos los misterios más sagrados, que se habían tenido escondidos hasta ese momento, en razón de la “disciplina del arcano”, para evitar toda profanación posible. La Eucaristía era el centro y el corazón de la catequesis mistagógica. Basta leer las catequesis mistagógicas de san Cirilo de Jerusalén para darse cuenta de la solemnidad y del clima espiritual que se respiraban en dichos momentos.

Querría renovar, al menos en parte, esa experiencia. Para nosotros la Eucaristía no es algo nuevo a descubrir, es algo antiguo y familiar, pero, precisamente por esto, quizá necesitada de ser rescatada de la costumbre. Uno de los fines que Juan Pablo II, en su carta apostólica, asignaba al año eucarístico del 2004, era el de resucitar el “estupor eucarístico”, es decir, la capacidad de asombrarse nuevamente ante la “enormidad” (así la define Claudel) que es la Eucaristía.

La Misa está compuesta de tres momentos esenciales: la liturgia de la palabra, la liturgia eucarística y la comunión. Reflexionaremos sobre cada una de estas tres partes.


1. La Liturgia de la palabra

1.1. Una mirada a la historia

En los comienzos de la Iglesia la liturgia de la palabra estaba separada de la liturgia eucarística. Los discípulos participaban en el culto del templo. Allí escuchaban la lectura de la Biblia, recitaban los salmos y las oraciones junto con los demás hebreos; luego se reunían aparte en sus casas para “partir el pan”, es decir, celebrar la Eucaristía (Hech 2, 43). Muy pronto esta praxis se hizo imposible tanto por la hostilidad respecto de ellos por parte de la comunidad hebrea, como porque las Escrituras habían adquirido ya para ellos un sentido nuevo, orientando todo hacia Cristo.

Fue así como la escucha de la Escritura se trasladó del templo o de la sinagoga a los lugares de culto cristiano, convirtiéndose en la actual liturgia de la palabra que precede a la plegaria eucarística. San Justino, en el siglo II, da una descripción de la celebración eucarística en la que ya están presentes todos los elementos esenciales de la actual Misa. No sólo la liturgia de la palabra es parte integrante de ella, sino que a las lecturas del Antiguo Testamento se acercan en ese momento “las memorias de los apóstoles”, es decir, los evangelios y las cartas, prácticamente el Nuevo Testamento.

1.2. Presencia del acontecimiento en la Palabra

Escuchadas en la liturgia, las lecturas bíblicas adquieren un sentido nuevo y más fuerte que cuando son leídas en otros contextos. No tiene tanto el objetivo de conocer mejor la Biblia, cuanto el de reconocer a quién se hace presente en la fracción del pan, el de iluminar cada vez un aspecto del misterio que se va a recibir. Esto es lo que se ve en el episodio de los dos discípulos de Emaús: escuchando la explicación de las Escrituras, el corazón de los discípulos comenzó a ablandarse de modo que luego fueron capaces de reconocerlo en la fracción del pan.

En la misa, las palabras y los episodios de la Biblia no son solamente narrados, sino revividos: la memoria se hace realidad y presencia. Lo que sucedió “en aquel tiempo”, tiene lugar “en este tiempo”, “hoy” (hodie), como le gusta expresarse a la liturgia. Nosotros no sólo somos oyentes de la palabra, sino interlocutores y actores en ella. A nosotros, allí presentes, se nos dirige la palabra; somos llamados a asumir el puesto de los personajes evocados.

Algunos ejemplos ayudarán a entender. En la primera lectura, se lee el episodio de Dios que habla a Moisés desde la zarza ardiente: en la Misa, nosotros estamos ante la verdadera zarza ardiente.... De Isaías se lee que recibe en los labios el carbón ardiente que le purifica para la misión: nosotros vamos a recibir en los labios el verdadero carbón ardiente, el que ha venido a traer fuego a la tierra... Ezequiel es invitado a comer el rollo de los oráculos proféticos y nosotros nos disponemos a comer a quien es la palabra misma hecha carne y hecha pan...

La cosa se hace todavía más clara en el momento en el que del Antiguo Testamento pasamos al Nuevo, de la primera lectura al texto evangélico. La mujer que sufría hemorragias está segura de que será curada si logra tocar el borde del manto de Jesús: ¿Qué decir de nosotros que vamos a tocar mucho más que el borde de su manto? Escuchaba yo una vez en el evangelio el episodio de Zaqueo y fui tocado por su “actualidad”. Yo era Zaqueo; a mí se dirigían las palabras: Hoy debo alojarme en tu casa; de mí, tras haber recibido la comunión, se podía decir con toda verdad: ¡Ha ido a alojarse a casa de un pecador! Y era a mí a quien Jesús decía: Hoy ha llegado la salvación a esta casa.

Lo mismo se puede decir de cualquier otro episodio evangélico. En el domingo II del Tiempo Ordinario de este año se leía en la misa el evangelio de las bodas de Caná. Con claridad extraordinaria se me apareció cómo en la Misa se renueva el milagro de Caná. El diácono que llena los tres cálices era uno de los servidores que llenaban las tinajas de agua. En el momento de la consagración sentí que estaba asistiendo al milagro del agua que se convertía en vino. En la comunión, como uno de los invitados, era consciente de que saboreaba el vino mejor. Y no se trataba de una aplicación arbitraria, porque se sabe que el simbolismo eucarístico está dentro del relato evangélico de Caná.

No sólo los hechos, sino también las palabras del evangelio escuchadas en la Misa, adquieren un sentido nuevo y más fuerte. Un día de verano, me encontraba celebrando la Misa en un pequeño monasterio de clausura. Como texto evangélico teníamos Mateo 12. No olvidaré nunca la impresión que me hicieron las palabras de Jesús: Aquí ahora hay uno que es más que Jonás... Aquí ahora hay uno que es más que Salomón. Entendía que aquellos dos adverbios “ahora” y “aquí” significaban verdaderamente ahora y aquí, es decir, en ese momento y en ese lugar, no sólo en el tiempo en el que Jesús estuvo en la tierra hace tantos siglos.

Tuve un escalofrío que me sacudió de mi sopor: allí, delante de mí, había, por tanto, uno que era más que Jonás, más que Salomón, más que Abraham, más que Moisés: ¡Estaba el Hijo de Dios vivo y verdadero!. Desde ese día de verano, esas palabras se me han hecho queridas y familiares de modo nuevo. A menudo, en la Misa, en el momento en que hago la genuflexión y me levanto tras la consagración, me viene repetir en mi interior: ¡Aquí hay uno que es más que Salomón! ¡Aquí hay uno que es más que Jonás!.


2. La consagración

Pasamos ahora a explicar el segundo momento de la misa, la liturgia eucarística. Jesús, después de haber partido el pan y mientras lo daba a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros (Mt 26, 26; Lc 22, 19). Quiero contar, a propósito de esto, mi pequeña experiencia, es decir cómo llegué a descubrir la dimensión eclesial y personal de la consagración eucarística.

2.1. Tomad, comed: esto es mi cuerpo

Desde mi ordenación yo vivía de este modo el momento de la consagración en la santa misa: cerraba los ojos, inclinaba la cabeza, trataba de aislarme de todo aquello que me rodeaba para ensimismarme sólo en Jesús que, en el cenáculo, antes de morir, pronunció por primera vez aquellas palabras: Tomad, comed... La misma liturgia favorecía este comportamiento, haciendo pronunciar las palabras de la consagración en voz baja y en latín, inclinados sobre las especies, revueltos hacia el retablo y no hacia la asamblea.

Después, un día me di cuenta de que tal comportamiento, por sí solo, no expresaba todo el significado de mi participación en la consagración. ¡Aquel Jesús del cenáculo ya no existe!, ahora existe el Jesús resucitado; para ser exactos, el Jesús que había muerto y que ahora vive para siempre (cfr. Ap 1, 18). Y este Jesús es el “Cristo total”, Cabeza y cuerpo inseparablemente unidos. Así pues, si este Cristo total es el que pronuncia las palabras de la consagración, también yo las pronuncio con él. En el gran “Yo” de la Cabeza, se esconde el pequeño “yo” del cuerpo que es la Iglesia. Está también mi pequeñísimo “yo” y también él dice a quien está delante: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.

Desde el día en que comprendí esto, ya no cierro los ojos en el momento de la consagración, sino que miro a los hermanos que tengo delante o, si celebro solo, pienso en aquellos que encontraré durante el resto de la jornada y a los que tendré que dedicar mi tiempo, o pienso incluso en toda la Iglesia y, dirigido a ellos, digo como Jesús: Tomad, comed, esto es mi cuerpo.

Algunas palabras de san Agustín, se encargaron más tarde de despejar cualquier duda sobre esta intuición mía, haciéndome ver que esta actitud pertenecía a la doctrina más “sana” de la tradición: “En el sacramento del altar se le muestra que, ofreciendo a Dios la oblación, la Iglesia se ofrece a sí misma (in ea re quam offert, ipsa offertur)” .

2.2. Una parábola moderna

Por lo tanto, todo es transparente y seguro en esta visión de la consagración eucarística. Hay dos cuerpos de Cristo en el altar: está su cuerpo real (el cuerpo “nacido de María Virgen”, resucitado y ascendido al cielo) y está su cuerpo místico que es la Iglesia. Pues bien, en el altar está presente realmente su cuerpo real, y está presente místicamente su cuerpo místico, donde “místicamente” significa: en virtud de su inseparable unión con la Cabeza. No hay ninguna confusión entre las dos presencias que son bien distintas, pero tampoco hay división alguna.

Nuestra ofrenda y la ofrenda de la Iglesia no sería nada sin la de Jesús; no sería ni santa ni agradable a Dios, porque sólo somos criaturas pecadoras. Pero la ofrenda de Jesús, sin la de la Iglesia que es su cuerpo, no sería suficiente (no sería suficiente, claro está, para la redención pasiva, es decir, para recibir la salvación; pero sí lo sería para la redención activa, es decir, para procurar la salvación); esto es tan verdadero que la Iglesia puede decir con san Pablo: Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo (cfr. Col 1, 24).

Y puesto que hay dos “ofrendas” y dos “dones” en el altar —el que se debe transformar en el cuerpo y la sangre de Cristo (el pan y el vino) y el que se debe transformar en el cuerpo místico de Cristo—, hay también dos “epíclesis” en la misa, es decir, hay dos invocaciones del Espíritu Santo. En la primera se dice: “Por eso, Señor, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean cuerpo y sangre de Jesucristo”; en la segunda, que se recita después de la consagración, se dice: “Y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que él (el Espíritu) nos transforme en ofrenda permanente”.

Jesús explicaba las cosas del reino con parábolas: adoptemos por una vez su método y tratemos de entender, con la ayuda de una parábola moderna, lo que sucede en la celebración eucarística. En una gran hacienda había un dependiente que amaba y admiraba desmesuradamente al dueño de la empresa. Por su cumpleaños quiso hacerle un regalo. Pero antes de presentárselo pidió en secreto a todos sus colegas que pusieran su firma en el regalo. Por tanto, llegó a manos del dueño como el regalo indistinto de todos sus dependientes y como un signo de estima y de amor de todos ellos, pero, en realidad, sólo uno había pagado el precio del mismo.

¿No es exactamente lo que sucede en el sacrificio eucarístico?. Jesús admira y ama ilimitadamente al Padre celestial. Quiere hacerle cada día, hasta el fin del mundo, el regalo más precioso que se pueda pensar: el de su misma vida. En la Misa invita a todos sus “hermanos” para que pongan su firma en el regalo, de modo que llega a Dios Padre como el regalo indistinto de todos sus hijos: “el sacrificio mío y vuestro”, lo llama el sacerdote en el Orate fratres (Orad hermanos). Pero, en realidad, sabemos que sólo uno ha pagado el precio de dicho regalo. ¡Y qué precio!

Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en el cáliz, como explica la oración que acompaña el gesto: “El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana”. Nuestra firma es, sobre todo, ese Amén solemne que la liturgia hace que pronuncie toda la asamblea como final de la Plegaria eucarística: “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. ¡Amén!”. Es como quien dijera: “Me uno a lo que se ha hecho y dicho, lo suscribo a todo”.

Ahora sabemos cómo la eucaristía hace la Iglesia: la eucaristía hace la Iglesia, haciendo de la Iglesia una eucaristía. La eucaristía no es sólo, genéricamente, la fuente o la causa de la santidad de la Iglesia; es también su “forma”, es decir su modelo. La santidad del cristiano debe realizarse según la “forma” de la eucaristía; debe ser una santidad eucarística. El cristiano no puede limitarse a celebrar la eucaristía, debe ser eucaristía con Jesús.

2.3. Qué significan cuerpo y sangre

Ahora podemos sacar las consecuencias prácticas de esta doctrina para nuestra vida cotidiana. Si en la consagración somos también nosotros los que decimos, dirigiéndonos a los hermanos, “Tomad, comed, esto es mi cuerpo; tomad, bebed, ésta es mi sangre”, debemos saber qué significan “cuerpo” y “sangre” para saber lo que ofrecemos.

¿Qué quería darnos Jesús, con aquellas palabras de la última cena: “Esto es mi cuerpo”? La palabra “cuerpo” no indica, en la Biblia, un componente o una parte del hombre que, unida a los otros componentes, que son el alma y el espíritu, forman el hombre completo. En el lenguaje bíblico, y por lo tanto en el lenguaje de Jesús y en el de Pablo, “cuerpo” designa al hombre entero, al hombre en su totalidad y unidad; designa al hombre en cuanto que vive en una condición corpórea y mortal. “Cuerpo” indica, pues, toda la vida. Jesús, al instituir la eucaristía, nos ha dejado como don toda su vida, desde el primer instante de la encarnación hasta el último momento, con todo lo que concretamente había llenado dicha vida: silencio, sudores, fatigas, oración, luchas, humillaciones...

Después Jesús dice también: Ésta es mi sangre. ¿Qué añade con la palabra “sangre”, si con su cuerpo ya nos ha dado toda su vida? ¡Añade la muerte! Después de habernos dado la vida, nos da también la parte más preciosa de ésta: su muerte. El término “sangre” en la Biblia no indica una parte del cuerpo, es decir, no se refiere a una parte del hombre; este término indica más bien un acontecimiento: la muerte. Si la sangre es la sede de la vida (esto es lo que se creía entonces), su “derramamiento” es el signo plástico de la muerte.

Ahora, descendiendo a cada uno de nosotros, podemos preguntarnos qué ofrecemos al entregar nuestro cuerpo y nuestra sangre junto con Jesús en la misa. Ofrecemos también nosotros lo mismo que ofreció Jesucristo, nuestro Señor: la vida y la muerte. Con la palabra “cuerpo”, damos todo aquello que constituye la vida que llevamos a cabo en este cuerpo: tiempo, salud, energías, capacidades, afecto, quizá esa sonrisa que sólo un espíritu que vive en un cuerpo puede ofrecer y que es, a veces, algo extraordinario.

Con la palabra “sangre”, expresamos también nosotros la ofrenda de nuestra muerte; pero no necesariamente la muerte definitiva, el martirio por Cristo o por los hermanos. Es muerte todo aquello que en nosotros, desde ahora, prepara y anticipa la muerte: humillaciones, fracasos, enfermedades, limitaciones debidas a la edad, a la salud, todo aquello que nos “mortifica”.

Todo esto exige, sin embargo, que cada uno de nosotros, nada más salir a la calle al término de la misa, nos pongamos manos a la obra para realizar lo que hemos dicho; que, a pesar de todos nuestros límites, nos esforcemos realmente en ofrecer para los hermanos nuestro “cuerpo”, es decir, nuestro tiempo, nuestras energías, nuestra atención; en una palabra, nuestra vida.

2.4. Toda la vida una eucaristía

Tratemos de imaginar qué sucedería si celebrásemos la Misa con esta participación personal, si dijéramos realmente todos, en el momento de la consagración, unos en voz alta y otros en silencio, cada uno según su ministerio: Tomad, comed... Imaginemos una madre de familia que celebra así su misa, y después va a su casa y empieza su jornada hecha de multitud de pequeñas cosas. Su vida es, literalmente, desmigajada; pero lo que hace no es en absoluto insignificante: ¡Es una eucaristía junto con Jesús!

Pensemos en una religiosa que viva de este modo la Misa; después también ella se va a su trabajo cotidiano: niños, enfermos, ancianos... Su vida puede parecer fragmentada en miles de cosas que, llegada la noche, no dejan ni rastro; una jornada aparentemente perdida. Y, sin embargo, es eucaristía; ha “salvado” su propia vida.

Imaginemos un sacerdote, un párroco, un obispo, que celebra así su misa y después se va: ora, predica, confiesa, recibe a la gente, visita a los enfermos, escucha... También su jornada es eucaristía. Un gran maestro de espíritu, decía: “Por la mañana, en la misa, yo soy el sacerdote y Jesús es la víctima; durante la jornada, Jesús es el sacerdote y yo soy la víctima” (P. Olivaint).

¿Y los jóvenes? ¿Qué tiene que decir la Eucaristía hoy a los jóvenes? Basta que pensemos una cosa: ¿Qué quiere el mundo de los jóvenes y de las chicas, hoy?: ¡el cuerpo, nada más que el cuerpo!. El cuerpo, en la mentalidad del mundo es esencialmente un instrumento de placer y de goce. Algo que vender, exprimir mientras se es joven y atractivo y luego para tirar, junto con la persona, cuando ya no sirve para estos fines. Especialmente el cuerpo de la mujer se ha convertido en mercancía de consumo. Pensemos en el uso que de él se hace en el mundo del espectáculo, en cierta publicidad, en los periódicos, televisiones, internet.

Enseñemos a decir a los jóvenes y chicas cristianas, en el momento de la consagración: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Así se consagra el cuerpo, se convierte en algo sagrado, ya no se puede “dar en alimento” a la concupiscencia propia y ajena, ya no se puede vender, porque se ha entregado. Se ha hecho eucaristía con Cristo.

El apóstol Pablo escribía los primeros cristianos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor... glorificad pues a Dios con vuestro cuerpo (1Cor 6, 13. 20); glorifica a Dios con el propio cuerpo el célibe y la virgen que lo consagran a un amor indiviso a Cristo, en favor de los hermanos; glorifica a Dios con el propio cuerpo quien se casa, haciendo de él un don de amor para la alegría del cónyuge y para la transmisión de la vida.

Pero el “cuerpo” no es sólo sexualidad. Decir: “Esto es mi cuerpo” significa, para un joven, decir también: ¡Esta es mi juventud, mis ganas de vivir, mi entusiasmo, mi alegría, mi esperanza: todo ello cosas de las que quiero hacer un don también para vosotros!.

Pero no hay que olvidar que también hemos ofrecido nuestra “sangre”, es decir, nuestras pasiones, las mortificaciones. Éstas son la mejor parte que el mismo Dios destina a quien tiene más necesidad en la Iglesia. Cuando ya no podemos seguir ni hacer aquello que queremos, es cuando podemos estar más cerca de Cristo. Gracias a la eucaristía, ya no existen vidas “inútiles” en el mundo; nadie debería decir: “¿De qué sirve mi vida? ¿Para qué estoy en el mundo?”. Estás en el mundo para el fin más sublime que existe: para ser un sacrificio vivo, una eucaristía con Jesús.


3. La comunión eucarística

3.1. El hombre es lo que come

Nos queda de presentar ahora el tercer momento esencial de la Misa, la comunión. Un filósofo ateo dijo: “El hombre es lo que come”, queriendo decir con ello que en el hombre no existe una diferencia cualitativa entre materia y espíritu, sino que todo en él se reduce al componente orgánico y material. Y con ello, se ha vuelto a dar, una vez más, el hecho de que un ateo, sin saberlo, ha dado la mejor formulación de un misterio cristiano. Gracias a la eucaristía, el cristiano es verdaderamente lo que come. Hace ya mucho tiempo, escribía san León Magno: “Nuestra participación en el cuerpo y sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en aquello que comemos”.

Pero escuchemos lo que dice, a propósito de esto, el mismo Jesús: “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). La preposición “por” (en griego, dià) tiene aquí valor causal y final: indica a la vez un movimiento de proveniencia y un movimiento de destino. Significa que quien come el cuerpo de Cristo vive “por” Él, es decir, a causa de Él, en virtud de la vida que proviene de Él, y vive “en vista de” Él, es decir, para su gloria, su amor, su Reino. Como Jesús vive del Padre y para el Padre, así, al comulgar en el santo misterio de su cuerpo y de su sangre, vivimos de Jesús y para Jesús.

En efecto, el principio vital más fuerte es el que asimila consigo al menos fuerte, no al contrario. El vegetal es el que asimila al mineral, no al contrario; es el animal el que asimila al vegetal y al mineral, no al contrario. Así ahora, en el plano espiritual, el principio divino es quien asimila consigo al humano, no al contrario. De manera que mientras en todos los demás casos quien come es quien asimila lo que come, aquí el que es comido asimila a quien lo come. A quien se acerca a recibirlo Jesús le repite lo que decía a Agustín: “No serás tú quien me asimile, sino que seré yo quien te asimile”.

3.2. Lo que falta a la plena encarnación

Estos son ejemplos clásicos. En cambio, querría insistir en otro aspecto de la comunión eucarística sobre el cual se habla menos. La carta a los Efesios dice que el matrimonio humano es un símbolo de la unión entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 31). Ahora bien, según san Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es que el cuerpo del marido llega a ser de la esposa y, viceversa, el cuerpo de la esposa llega a ser del marido (cf. 1 Co 7, 4). (“Cuerpo”, hemos visto significa en la Biblia toda la persona, no solamente su componente físico).

Aplicado a la Eucaristía, esto significa que la carne incorruptible y vivificadora del Verbo encarnado se hace “mía”, pero también mi carne, mi humanidad, se hace de Cristo. En la Eucaristía recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, pero ¡también Cristo “recibe” nuestro cuerpo y nuestra sangre!. Él nos dice: “Toma, esto es mi cuerpo”, pero también nosotros podemos decirle: “Toma, esto es mi cuerpo”.

No hay nada en mi vida que no pertenezca a Cristo. Nadie debe decir: “¡Ah, Jesús no sabe lo que quiere decir ser una mujer, estar casado, haber perdido un hijo, estar enfermo, ser anciano, ser persona de color!”. Si lo sabes tú, también lo sabe él, gracias a ti y en ti. Lo que Cristo no ha podido vivir “según la carne”, habiendo sido su existencia terrena, como la de todo hombre, limitada a algunas experiencias, lo vive y “experimenta” ahora como resucitado “según el Espíritu”, gracias a la comunión esponsal de la Misa. Todo lo que “faltaba” a la plena “encarnación” del Verbo se “realiza” en la Eucaristía. La beata Isabel de la Trinidad comprendió el motivo profundo de esto cuando escribía: “La esposa pertenece al esposo. El mío me ha tomado. Quiere que sea para Él una humanidad añadida”.

3.3. Una apropiación indebida

En el rito de la misa anterior a la reforma, antes de iniciar el ofertorio, el sacerdote se dirigía al pueblo con el saludo Dominus vobiscum (El Señor esté con vosotros) y esto es lo que el poeta Claudel leía en esas palabras y en la mirada implorante del sacerdote:

“¡El Señor esté con vosotros, hermanos!. Hermanos, ¿me oís?.
Mi pequeña grey, no es sólo la patena, no es sólo el cáliz con el vino, eres tú, toda entera, mi pequeña grey, lo que yo querría tener y levantar entre manos...
Ahora se te presenta el plato para la ofrenda; ¿no tienes otra cosa que esa mísera moneda para poner en él?...
¿No tienes otra cosa que abrir que tu monedero?
¿No hay aquí nadie que sufre?...
¿No hay afligidos entre vosotros? ¿De verdad? ¿Ningún pecado, ningún dolor?
¿Ninguna madre que haya perdido el hijo? ¿Ningún fracasado sin culpa propia?
¿Ninguna chica abandonada por el novio porque el hermano le ha devorado la dote?
¿Ningún enfermo al que el médico haya diagnosticado y que sabe que ya no tiene esperanza?
¿Por qué, pues, sustraer a Dios lo que le pertenece y es suyo?
¡Vuestras lágrimas y vuestra fe, vuestra sangre con la suya en el cáliz!.
Junto con el vino y el agua ¡esta es la materia de su sacrificio!.
Esto es lo que rescata al mundo con él, esto es aquello de lo que tiene sed y hambre.
Estas lágrimas como monedas arrojadas en el agua, Dios mío, ¡tanto sufrimiento desperdiciado!.
¡Tened piedad de él que sólo tuvo treinta y tres años para sufrir!.
¡Unid vuestra pasión a la suya, visto que sólo se puede morir una vez!”.

Pero dar a Jesús nuestras cosas —cansancios, dolores, fracasos y pecados—, es sólo el primer acto. Del dar se debe enseguida pasar, en la comunión, al recibir. ¡Recibir nada menos que la santidad de Cristo!. Si no damos este “golpe temerario” nunca entenderemos “la enormidad” que es la Eucaristía.

Hay un acto que, realizado con los hombres es pecado y está penado por la ley y que, en cambio, con Cristo no sólo está permitido, sino que es sumamente recomendable: “la apropiación indebida”. ¡En cada comunión Cristo nos “instiga” a hacer una apropiación indebida! (“Indebida”, es decir, ¡no debida, no merecida, puramente gratuita!). Nos permite apoderarnos de su santidad.

¿En donde se realizará, concretamente, en la vida del creyente, ese “maravilloso intercambio” (admirabile commercium) del que habla la liturgia, si no se realiza en el momento de la comunión?. Allí tenemos la posibilidad de dar a Jesús nuestros harapos y recibir de Él el manto de la justicia (Is 61,10). En efecto, está escrito que por obra de Dios se ha convertido para nosotros en sabiduría, justicia, santificación y redención (1Co 1). Lo que Cristo se ha convertido “para nosotros” nos está destinado, nos pertenece. Es un descubrimiento capaz de poner alas a nuestra vida espiritual.

3.4. La comunión con el cuerpo de Cristo que es la Iglesia

Nos hemos limitado hasta ahora a meditar sobre el aspecto vertical de la comunión, la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero en la eucaristía se realiza también una comunión horizontal, esto es, con los hermanos. San Pablo dice: “El pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?. Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1 Co 10, 16-17).

En este fragmento, se menciona dos veces la palabra “cuerpo”; la primera vez designa el cuerpo real de Cristo; la segunda, su cuerpo místico que es la Iglesia. Al acercarme a la eucaristía ya no puedo desentenderme del hermano; no puedo rechazarlo sin rechazar al mismo Cristo y separarme de la unidad. Quien en la comunión pretendiera ser todo él fervor por Cristo, después de haber apenas ofendido o herido a un hermano sin pedirle perdón, o sin estar decidido a hacerlo, se parece a alguien que al encontrar después de mucho tiempo a un amigo suyo, se eleva de puntillas para besarlo en la frente y mostrarle así todo su afecto, sin darse cuenta de que le está pisando los pies con sus zapatos de clavos. Los pies de Jesús son los miembros de su cuerpo, especialmente aquellos más pobres y humillados. Él ama estos “pies” suyos y le podría gritar a dicho amigo: ¡Me honras sin fundamento!.

El Cristo que viene a mí en la comunión, es el mismo Cristo indiviso que se dirige también al hermano que está a mi lado; por así decirlo, él nos une unos a otros, en el momento en que nos une a todos a sí mismo.

San Agustín nos recuerda que no podemos obtener un pan si los granos que lo componen no han sido primero “molidos”. Para ser molidos no hay nada más eficaz que la caridad fraternal, especialmente para quien vive en comunidad: el soportarse unos a otros, a pesar de las diferencias de carácter, de puntos de vista, etc. Es como una muela que nos lima y nos afila cada día, haciéndonos perder nuestras asperezas naturales. Una canción española que me gusta mucho dice: “Un molino, la vida nos tritura con dolor – Dios nos hace eucaristía en el amor”.

Ahora hemos comprendido lo que significa decir: Amén, y a quién decimos: Amén, en el momento de la comunión. Se proclama: “¡El cuerpo de Cristo!” y nosotros respondemos: ¡Amén!. Decimos Amén al cuerpo santísimo de Jesús nacido de María y muerto por nosotros, pero decimos también Amén a su cuerpo místico que es la Iglesia y que son, concretamente, los hermanos que están a nuestro alrededor, en la vida o en la mesa eucarística.





martes, 3 de noviembre de 2009

La Contemplación - Mario Caponnetto

La Contemplación
Dr. Mario Caponnetto [*]


Estimados:

El próximo viernes 6 de Noviembre a partir de las 20.30 hs. contaremos con la presencia del Dr. Mario Caponnetto, quien brindará una conferencia titulada "La Contemplación".

La misma se realizará en el Multiespacio Cultural "EL CAMINO", Av. Luro 4344 - 1º Piso de nuestra ciudad de Mar del Plata.

En virtud del tema a abordar y el nivel del expositor, es que recomendamos vivamente este encuentro, con entrada libre de aranceles.

Para mayor información, pueden llamar por teléfono al (0223) 495-0465 ó (0223) 154-36-3298.


Organiza:
Fraternidad de Vida Nueva

Invitan:
Fraternidad de Vida Nueva
Centro de Humanidades Josef Pieper.


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Para conocer la actividad del Dr. Caponnetto el día sábado 7:


Los esperamos. ¡Rogamos su difusión!

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[*] Mario Caponnetto nació en Buenos Aires en 1939. Es médico por la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1966) y médico Cardiólogo Universitario por la misma Universidad (1980). Hizo estudios de Filosofía en la Cátedra Privada de Filosofía del Dr. Jordán Bruno Genta, Buenos Aires, desde 1956 a 1974.

Pertenece a varias sociedades científicas del país y del exterior, entre ellas, la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA). Ha ejercido y ejerce la docencia universitaria en las Universidades del Salvador y Austral, en Argentina, y en la Universidad Autónoma de Guadalajara (México). Ha dictado cursos regulares y seminarios de Ética, Bioética y Antropología Filosófica. Ha intervenido en congresos y pronunciado conferencias en distintos lugares del país y del exterior.

Es autor de varios libros y de numerosos artículos. Entre sus escritos pueden mencionarse:

+ El Hombre y la Medicina, Buenos Aires, 1992;

+ Viktor Frankl, una antropología médica, Buenos Aires, 1995.

Desde hace ya varios años se encuentra abocado a trabajar en la traducción de obras de Santo Tomás de Aquino, entre las que se destacan:

+ “De Spiritualibus Creaturis” (Las Creaturas Espirituales), Edición Bilingüe, 2005;

+ “Lecciones inaugurales. Rigans montes. Hic est liber”, Edición Bilingüe, 2007;

+ “De Magistro” (El Maestro), Buenos Aires, 2008.



sábado, 24 de octubre de 2009

Una visión teológica de la historia - P. Alfredo Sáenz


Una visión teológica de la historia

R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ [*]


Estimados:

El próximo viernes 30 de Octubre a partir de las 20.30 hs. contaremos con la presencia del R. P. Alfredo Sáenz, SJ, Licenciado en Filosofía y Doctor en Teología, quien brindará una conferencia titulada "Una visión teológica de la historia".

La misma se realizará en el Multiespacio Cultural "EL CAMINO", Av. Luro 4344 - 1º Piso de nuestra ciudad de Mar del Plata.

En virtud del tema a abordar y el nivel del expositor, es que recomendamos vivamente este encuentro, con entrada libre de aranceles.

Para mayor información, pueden llamar por teléfono al (0223) 495-0465 ó (0223) 154-36-3298.

Organiza:
Fraternidad de Vida Nueva

Invitan:
Fraternidad de Vida Nueva /
Centro de Humanidades Josef Pieper.


lunes, 12 de octubre de 2009

Día de la "Raza". Rezando a Jesucristo y hablando en Español - Etsuo Tirado Hamasaki

Día de la "Raza"
Rezando a Jesucristo y hablando Español
Etsuo Tirado Hamasaki
 

La perspectiva de un mexicano ante el Día de la Raza y el concepto de Hispanidad en el que los iberoamericanos debemos sentirnos incluidos.


Durante mi infancia, cada año se celebraba como un día especial el 12 de Octubre, como el "Día de la Raza". Incluso en los programas oficiales de estudio, tan cargados ideológicamente de indigenismo, se hablaba del Descubrimiento así, con ese nombre, y se le consideraba un gran acontecimiento. El tratamiento a Colón era elogioso, aunque no faltaban elementos de leyenda negra: el mito de las joyas empeñadas por la Reina (que mal podía empeñarlas de nuevo si ya lo había hecho para la campaña que culminó con la conquista de Granada) y el infundio de que la tripulación de las carabelas se había nutrido de malhechores. Pero en general se celebraba como un gran acontecimiento. Era, y de hecho, sigue siendo, un día festivo o feriado en el sentido de ser asueto obligatorio en escuelas y oficinas de gobierno, pero entonces el ambiente era de fiesta nacional. A Colón se le consideraba un héroe de la humanidad, se le dedicaban poemas, discursos, homenajes. A los estudiantes se les encargaban composiciones, dibujos, maquetas... En esos años veíamos aún muy lejano el V Centenario, que suponíamos alcanzaríamos a ver, pero sentíamos que faltaban muchos años.

Fué pasando el tiempo, algunos asistimos a la Universidad, la fecha se acercaba pero aún pensábamos que quedaban muchos años. Nunca hubiera imaginado lo que finalmente sucedió. Una campaña, a nivel internacional y que naturalmente repercutió en México, donde el discurso indigenista siempre había sido un recurso fácil de la demagogia, anuló los festejos que muchos hubiéramos esperado como naturales. Cuando se acercaba, ahora sí, el V Centenario, lejos de analizar serena y objetivamente la historia, los "intelectuales" favorecidos por los medios masivos de comunicación, aquellos a los que se les citaba en todas partes, se les reproducía los artículos, se les entrevistaba, se dedicaron sistemáticamente a una campaña que se negaba a hablar de Descubrimiento, que cuando mucho hablaba de "Encuentro", que se preguntaba en tono estridente si había algo que celebrar, que calificaba a Colón de aventurero despistado, ególatra, mitómano, codicioso... y en fin, que calificaba al descubrimiento y la conquista como un desastre, una desgracia, una intromisión en el mundo feliz de las desarrolladas culturas indígenas por parte de unos codiciosos salvajes que habían venido a destruir la preciosa armonía en que vivían los civilizados naturales de estas tierras. Era un coro de lamentos, con poquísimas y honrosas excepciones, lo que se dejó oir. Porque a los que no compartían esta maniquea visión de la historia, incluso a los que pedían moderación, por lo general no se les permitía el acceso a los medios. Toda esta campaña, de parte de los herederos de quienes crearon y propagaron la Leyenda Negra, no era extraña. Tampoco lo era de nuestra extrema izquierda nacional, ni la del grupo en el poder que siempre quiso crear, desde el siglo XIX, la consciencia e identidad nacional mexicana en base a un mítico México prehispánico que había sucumbido ante la invasión ibérica. Pero lo que terminaba de crear la más completa confusión, era la actitud vergonzante de tantas figuras del gobierno y de la intelectualidad española, que pedían disculpas por haber tenido la imprudencia de descubrir, perdón, de realizar un "encuentro", y de conquistar y civilizar a América, aceptando, cómo no, que no había sido tal labor civilizadora sino sólo un saqueo y una imposición de idioma, religión y costumbres...

Ante tanta confusión, conviene preguntarse ¿qué celebramos el 12 de Octubre? ¿qué es el concepto de Raza que se exalta cuando hablamos de Hispanidad? ¿porqué lo celebramos, o por qué habríamos de seguirlo celebrando, en países que hace dos siglos nos independizamos de esa Madre Patria a la que se le expresan sentimientos tan contradictorios?

domingo, 4 de octubre de 2009

A los Hermanos Sacerdotes - San Francisco de Asís

A los Hermanos Sacerdotes
San Francisco de Asís


En el «Año Sacerdotal» (2009-2010) declarado por el Papa Benedicto XVI, una palabras de san Francisco de Asís -en su día- tomadas de la "Carta a toda la Orden" (14-32), y dirigidas especialmente a ellos.


Ruego también en el Señor a todos mis hermanos sacerdotes, los que son y serán y desean ser sacerdotes del Altísimo, que siempre que quieran celebrar la Misa, puros y puramente hagan con reverencia el verdadero Sacrificio del Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, con intención santa y limpia, y no por cosa alguna terrena ni por temor o amor de hombre alguno, como para agradar a los hombres; sino que toda la voluntad, en cuanto la gracia la ayude, se dirija a Dios, deseando agradar al solo sumo Señor en persona, porque allí solo él mismo obra como le place; porque, como él mismo dice: Haced esto en memoria mía (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 24); si alguno lo hace de otra manera, se convierte en Judas el traidor, y se hace reo del cuerpo y de la sangre del Señor (cf. 1 Cor 11, 27).

Recordad, hermanos míos sacerdotes, lo que está escrito de la ley de Moisés, cuyo transgresor, aun en cosas materiales, moría sin misericordia alguna por sentencia del Señor. ¡Cuánto mayores y peores suplicios merecerá padecer quien pisotee al Hijo de Dios y profane la sangre de la alianza, en la que fue santificado, y ultraje al Espíritu de la gracia! (Heb 10, 28-29). Pues el hombre desprecia, profana y pisotea al Cordero de Dios cuando, como dice el Apóstol, no distingue (1 Cor 11, 29) ni discierne el santo pan de Cristo de los otros alimentos y obras, y o bien lo come siendo indigno, o bien, aunque sea digno, lo come vana e indignamente, siendo así que el Señor dice por el profeta: Maldito el hombre que hace la obra de Dios fraudulentamente (cf. Jer 48, 10). Y a los sacerdotes que no quieren poner esto en su corazón de veras los condena diciendo: Maldeciré vuestras bendiciones (Mal 2, 2).

Oídme, hermanos míos: Si la bienaventurada Virgen es de tal suerte honrada, como es digno, porque lo llevó en su santísimo seno; si el Bautista bienaventurado se estremeció y no se atreve a tocar la cabeza santa de Dios; si el sepulcro, en el que yació por algún tiempo, es venerado, ¡cuán santo, justo y digno debe ser quien toca con sus manos, toma en su corazón y en su boca y da a los demás para que lo tomen, al que ya no ha de morir, sino que ha de vivir eternamente y ha sido glorificado, a quien los ángeles desean contemplar!

lunes, 28 de septiembre de 2009

Jueces sin sentido de lo justo - Héctor Aguer

JUECES SIN SENTIDO DE LO JUSTO
Mons. Héctor Aguer


En su reflexión televisiva semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor”; Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, se refirió a declaraciones recientes de Carmen Argibay, jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Vid Notivida 615).

Denunció el prelado platense que los proyectos sobre “abortos no punibles” son un eufemismo para legalizar el aborto. Destacó la cosificación del feto que anejan las expresiones de Argibay y la gravedad de que se expida así alguien que ocupa ese cargo. Tras recordar lo que dijo semanas atrás el Juez Zaffaroni “podemos cultivar marihuana en el balcón”, concluyó “¿adonde puede llegar un país cuyos jueces han perdido el sentido de lo que es lo justo?”.

A continuación el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Aguer:

“En estos días se discute en España una liberalización de la ley que permite el aborto. La legalización allá ha ocurrido hace más de 20 años y se aplica con tal amplitud que muchos consideran que España es el paraíso del turismo abortista. Esto se dice porque de otros países de Europa van a España a causa de la facilidad de abortar pues si bien se ha fijado un límite de catorce semanas, si el feto tiene alguna malformación o si se demuestra que el embarazo implica peligro para la salud física o psíquica de la madre, entonces no hay límite y se puede asesinar al niño aunque esté a punto de nacer”.

“Ahora la nueva liberalización consiste en que va a estar permitido a adolescentes de 16 años someterse al aborto sin que sus padres se enteren y a partir de las 12 semanas de embarazo. Esto supone una insensibilidad cada vez mayor en este atentado contra el derecho a la vida”.

¿Y por casa cómo andamos?... En la Argentina periódicamente vuelven a presentarse proyectos llamados eufemísticamente de despenalización del aborto, o de abortos no punibles. ¿Ustedes conocen a alguien que haya sido castigado por haber abortado o por practicar abortos? Bajo esta cobertura de la despenalización lo que se pretende es legalizar el aborto, reconocerlo como un derecho”.

Desgraciadamente hemos escuchado y leído hace unos días la opinión de una Jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que afirma que el feto no es persona y por tanto no puede ser tutelado jurídicamente hasta el momento de nacer, porque no es independiente de la madre. ¡Cómo si el bebe ya se independizara de la mamá cuando cortan el cordón umbilical!. Lo que está sugiriendo es que el niño por nacer es un objeto, un pedazo del cuerpo de su madre”.

Pero es grave que alguien que quizá en una circunstancia futura tenga que decidir en virtud a su cargo sobre este tema, prejuzgue sobre la cuestión y lo haga ignorando que existen tratados internacionales que tutelan la vida humana desde el instante de la concepción. Son tratados internacionales que tienen para nosotros rango constitucional. Se puede hablar, por lo tanto, del estatuto jurídico del embrión. A las certezas de la biología y la genética se une la certeza del derecho”.

Además la Señora Jueza de la Corte Suprema pronunció estas sentencias en un encuentro organizado por las denominadas Católicas por el Derecho a Decidir, de Córdoba; en un local del Congreso de la Nación y con la presencia de algún legislador”.

“¿Católicas con el derecho a decidir?... Extraña especie de católicas que proclaman el derecho de una madre de asesinar a su hijo”.

“Hace algunas semanas otro miembro de la Corte Suprema de Justicia sugería que podemos cultivar marihuana en el balcón”.

“Cabe entonces una angustiosa pregunta: ¿adonde puede llegar un país cuyos jueces han perdido el sentido de lo que es lo justo?”.


Fuente: NOTIVIDA, Año IX, Nº 618, 26 de septiembre de 2009


miércoles, 23 de septiembre de 2009

San Pío de Pietrelcina - Semblanza

San Pío de Pietrelcina
Semblanza


Hoy, día de san Pío de Pietrelcina, rogamos al Señor que por su intercesión bendiga nuestra Fraternidad de Vida Nueva y, en este año sacerdotal, a todos los Ministros Ordenados de la Iglesia Católica.


En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).

Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrando una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.

Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, arquidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La Experiencia Espiritual [Retiro de Silencio] - P. Ignacio Andereggen

La Experiencia Espiritual
Retiro de Silencio
Pbro. Dr. Ignacio Andereggen


El fin de semana del 25, 26 y 27 de Septiembre próximo, en la Casa Diocesana de Ejercicios Espirituales del Bosque de Peralta Ramos (Mar del Plata), el Pbro. Dr. Ignacio Andereggen* tendrá a su cargo la predicación del Retiro de Silencio: "La Experiencia Espiritual. Una introducción a la vida mística".

El costo por persona es de $135.-, iniciándose el viernes a las 20 hs y finalizando el domingo a las 18 hs. Los interesados deben llenar una ficha de inscripción y asegurar el lugar con una seña de al menos $20.-

Para mayor información, los interesados pueden comunicarse a los siguientes teléfonos:
(0223) 495-0465 ó 154-36-3298.

También pueden escribir al siguiente correo electrónico:
frater@uolsinectis.com.ar.

Organiza e invita:
Fraternidad de Vida Nueva


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