domingo, 19 de abril de 2020

¿Castigo de Dios? - Mons. Héctor Aguer

¿Castigo de Dios?
Mons. Héctor Aguer


Monseñor Aguer es Arzobispo Emérito de La Plata (Argentina); es Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas; es Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro; también es Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma). Tiene una intensa participación en los Medios de Comunicación de su país y aunque hace tres semanas que no sale en su columna del programa “Claves para un Mundo Mejor” ¡esperamos verlo pronto otra vez en esa pantalla!


[InfoCatólica / FVN] Acabo de recibir esta consulta: ¿Se puede pensar que la pandemia desatada por el Covid - 19 sea un castigo de Dios? Yo añadiría a la pregunta: ¿sensatamente? Así se excluye desde el comienzo tanto el fundamentalismo desorbitado que agita terrores apocalípticos, cuanto el relativismo incrédulo del católico «progresista», que descarta con una sonrisa la cuestión in limine.

Basta hojear en la Biblia los relatos del peregrinaje del pueblo de Dios registrado en los libros del Éxodo, los Números, y el Deuteronomio, para encontrar numerosos testimonios de la actitud divina ante la infidelidad, reiterada y contumaz, de los judíos. La noción de castigo va asociada a una imagen de Yahweh, que incluye el desfogue de su ira, manifiesta en el juicio contra el pecado; este es siempre desobediencia, incredulidad, apostasía. Aparece también el juicio y castigo de las naciones paganas, ya que el de Israel es un Dios universal, único y celoso de su gloria. En una y otra dirección se destaca asimismo la paciencia de Dios y su amor misericordioso, dirigido a obtener del pecador la conversión, ya que Él «no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva». Esta expresión ilustra un rasgo del Dios de Israel, que se reitera de continuo en los nebiyîn, los escritos proféticos.

Los términos mencionados parecen hallarse siempre en vinculación intrínseca: la ira es expresión de la santidad divina, de la que ha querido hacer participar al hombre; se manifiesta en el juicio, en el cual se muestra que Yahweh gobierna soberanamente el mundo, donde se ejerce como factor decisivo la libertad y consiguiente responsabilidad de la criatura, hecha a imagen del Omnipotente. Se citan las ciudades paganas castigadas por su maldad, como Babel, Sodoma, y Nínive, a las que se suma la misma Jerusalén cuando es llamada infructuosamente al arrepentimiento. En la dialéctica de la historia, los imperios paganos son instrumentos para la corrección del pueblo de Dios. Son bien elocuentes estos pasajes de la profecía de Ezequiel: «Les infligiré justos castigos: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste» (Ez 14, 21)... «Ustedes caerán bajo la espada; los juzgaré en el territorio mismo de Israel, y así sabrán que yo soy el Señor» (ib. 11, 10).

sábado, 4 de abril de 2020

Una Pandemia que Exige Más de una Mirada - Miguel De Lorenzo / Mario Caponnetto

Una Pandemia que Exige Más de una Mirada
Miguel De Lorenzo / Mario Caponnetto


[FVN] Las epidemias representaron y aún representan uno de los más grandes desafíos de la medicina. Grandes grupos de población se encuentran de un momento para otro ante un grave peligro capaz, en ocasiones, de acabar con sus vidas. 

Generalmente se trata de una enfermedad cuyas causas se desconocen o son apenas entrevistas. Se sabe poco y a veces nada de los mecanismos íntimos que provocan la enfermedad, se sabe poco de las vías a través de las cuales se propaga y menos aún acerca de terapias eficaces o de cómo atenuar posibles efectos letales. 

En el caso que nos ocupa, el COVID 19, algunos trabajos publicados recientemente en «The New England Journal of Medicine» suponen que a fin de año la mitad de la población mundial podría estar infectada y, siguiendo esos cálculos de probabilidades epidemiológicas, no ven imposible una cifra cercana a cien millones de muertos. Otros grupos menos dramáticos en su apreciación de la enfermedad no descartan la posibilidad de que la pandemia agote por si misma los mecanismos de propagación antes de lo esperado [1]. Y acentuando aún más el margen de incertidumbre, y como variante de las posiciones anteriores, no es del todo imprudente suponer la llegada de cierta combinación de fármacos capaces de detener el avance de la enfermedad, dado que las vacunas requieren un prolongado período de preparación. 

Pero las epidemias y las pandemias no son solamente un problema médico o mera cuestión de políticas sanitarias. Tienen también un incuestionable y más que importante costado político, social, económico y, ni decir, ético, espiritual y religioso. Por eso, ellas exigen más de una mirada. Por empezar, digamos que la dinámica social de las pestes es casi siempre la misma: un momento inicial de negación de los primeros casos o de subestimación ya sea por parte de los pacientes, de los sistemas de salud y más aún de los gobiernos. Por eso, la prudencia aconseja que las medidas de contención, aún las menos claras, no sean sin más descartadas si lo que se busca es contener la enfermedad. 

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