La santidad nunca pasa de moda, recuerda el Papa Benedicto XVI
VATICANO, 04 Jul. 10 (ACI).- En la homilía de la Misa de esta mañana en su visita pastoral a la localidad de Sulmona en la región italiana de los Abruzos, en ocasión del Año Jubilar Celestiniano que recuerda los 800 años del nacimiento del Papa Celestino V, el Papa Benedicto XVI alentó a vivir el silencio sin miedo para poder así escuchar a Dios y alcanzar la santidad que nunca pasa de moda, en medio de un mundo que parece "exigir" siempre una actividad incesante.
Tras recordar que Celestino V supo de su elección a la sede de Pedro en el año 1294 en el Monte Morrone donde transcurría su vida como eremita, el Papa Benedicto resaltó que este Pontífice "permanece en la historia por las notables vivencias de su tiempo y su pontificado y, sobre todo, por su santidad. La santidad, de hecho, no pierde nunca su propia fuerza, no cae en el olvido, no pasa nunca de moda".
Este santo, dijo el Papa, fue siempre un "buscador de Dios", un hombre que quería escuchar la voz divina para lo cual decide apartarse del mundo y vivir como eremita: "el silencio se convierte así en un elemento que caracteriza su vida cotidiana. Y es en el silencio exterior, pero sobre todo en el interior que él llegar a percibir la voz de Dios, capaz de orientar su vida".
"Aquí hay un primer aspecto importante para nosotros: vivimos en una sociedad en la que todo espacio, todo momento parece que debe ser 'llenado' de iniciativas, de actividades, con frecuencia ni siquiera hay tiempo para escuchar y dialogar. ¡Queridos hermanos y hermanas! No tengamos miedo de hacer silencio fuera y dentro de nosotros si queremos ser capaces no sólo de percibir la voz de Dios, sino también las voces de quienes están alrededor, la voz de los otros".
Un segundo elemento, explicó luego Benedicto XVI, está en la conciencia de Celestino V de que haber descubierto a Dios "no es el resultado de un esfuerzo, sino que es posible por la Gracia misma de Dios, que lo previene. Lo que él tenía, lo que era, no venía de sí mismo: se le había donado, era gracia, y era por ello una responsabilidad ante Dios y ante los otros. Si bien nuestra vida es distinta, también para nosotros esto es válido: todo lo esencial de nuestra existencia se nos ha donado sin nuestro aporte".
El Papa continuó esta explicación afirmando que "el hecho de que yo viva no depende de mí, el hecho de que hayan personas que me introdujeron a la vida, que me hayan enseñado a amar y ser amado, que me hayan transmitido la fe y me hayan abierto a la mirada de Dios: todo esto es gracia y no 'hecho por mí'. Por nosotros mismos no podríamos haber hecho nada si no se nos hubiera sido dado".
Así, dijo luego, "Dios nos anticipa siempre y en cada una de las vidas podemos apreciar lo bello y lo bueno reconocible fácilmente como su gracia, como el rayo de luz de su bondad. Por ello debemos estar atentos, tener siempre abiertos los 'ojos interiores', los de nuestro corazón. Y si aprendemos a conocer a Dios en su bondad infinita, entonces seremos capaces también de ver, con estupor, en nuestra vida – como los santos – los signos ese Dios, que siempre es cercano, que es siempre bueno con nosotros y que nos dice: '¡Ten fe en mí!'".
El Papa Benedicto XVI hizo luego una reflexión sobre lo que aprendió Celestino V en la contemplación de la Cruz de Cristo que constituye el centro de su vida: "él siempre fue consciente de que de ella viene la salvación. La Cruz le dio a San Pedro Celestino también una clara conciencia del pecado, siempre acompañada de una también clara conciencia de la misericordia de Dios hacia su criatura".
Seguidamente recordó que el entonces Papa animó a través de una especial indulgencia conocida como "La Perdonata" la difusión de la misericordia de Dios y alentó a todos los sacerdotes a seguir su ejemplo a través del sacramento de la reconciliación, "ayudando al hombre de hoy a recuperar el sentido del pecado y del perdón de Dios, para experimentar aquella alegría" que sólo viene de lo divino.
Un elemento más importante de la vida de Celestino V que Benedicto XVI resaltó fue la pasión que lo distinguió en el anuncio del Evangelio que tiene su raíz en la estrecha relación con Dios que se da en la oración.
Seguidamente indicó que Jesús mismo recuerda algunos esfuerzos importantes a sus apóstoles que ahora también se deben tener en cuenta para la vida cristiana: "el anuncio sereno, claro y valiente del mensaje evangélico –también en momentos de persecución –sin caer en la fascinación de la moda, ni en el de la violencia o la imposición; las preocupaciones por las cosas –el dinero o el vestido– confiando en la Providencia del Padre, la atención y cura en particular de los enfermos en el cuerpo y en el espíritu".
Finalmente el Papa exhortó a todos "con fuerza y afecto a permanecer sólidos en aquella fe que han recibido, que da sentido a la vida y que da la fuerza de amar. Que nos acompañen en este camino la intercesión de la Madre de Dios y de San Pedro Celestino. ¡Amén!".
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