miércoles, 27 de marzo de 2013

La Salvación de la Iglesia - Carlos Daniel Lasa

La Salvación de la Iglesia
Carlos Daniel Lasa


A propósito de la elección del Papa Francisco, comparto con ustedes una nota que me hicieron para “El Diario del Centro del País”.


Entrevista – El doctor en Filosofía de la UNVM opina acerca de la crisis eclesiástica y sobre la designación del Papa Francisco


Lasa: "La salvación de la Iglesia implica la salvación de Occidente"


Carlos Daniel Lasa habló de la crisis actual de la Santa Sede y subrayó que su principal problema es de orden interno.


Hombre de profundas convicciones católicas y apasionado por los pensadores cristianos del medioevo y la modernidad, Daniel Lasa no deja de reconocer que “la Iglesia atraviesa una de las peores crisis de toda su historia”. Y comienza explicándola desde el punto de vista filosófico.

“En lugar de una inteligencia de la fe, la conciencia del cristiano está dominada por la concepción del sentido histórico. Hegel veía en la historia un progreso racional necesario en la conciencia de la libertad. De allí que siempre lo nuevo era mejor que lo anterior”. Siguiendo este pensamiento, Lasa deduce que “la Iglesia vista desde la perspectiva de esta conciencia, no puede sino adaptarse al mundo, por más que ésta crea en una verdad que trascienda la historia. Sin embargo, el dilema ético de un auténtico cristiano nunca será viejo-nuevo sino verdad-error”. Con respecto a la adaptación operada por la Iglesia Católica en su praxis cotidiana, según el Doctor Lasa, “ésta se sustenta en una interpretación del Concilio del Vaticano II que nada tiene que ver con sus textos. Esa interpretación ha conducido, entre otras cosas, a la pérdida de fieles y de vocaciones, a la práctica de una moral permisiva y a la pérdida de la liturgia en tanto ceremonia sagrada. Juan el evangelista describe clarísimo el mensaje de Jesús para sus discípulos: están en el mundo pero no son del mundo. Si nos adaptamos al mundo como se pretende, perdemos la esencia del mensaje cristiano”.


– ¿Y cómo es ese mundo al que, según los hegelianos, se tendría que adaptar la Iglesia?

– Es el mundo en su momento actual, es decir el mundo del nihilismo, de la nada de valores. Mi tesis es exactamente al revés. Sostiene que la Iglesia, siendo fiel a su esencia, no sólo va a ser fiel consigo misma sino que va a salvar los restos del esplendor que tuvo en algún momento la cultura occidental. La salvación de la Iglesia implica la salvación de Occidente.


– ¿Y qué debe hacer la Iglesia en pos de esa recuperación?

– Antes que nada, apartarse de la concepción del sentido histórico hegeliano que la impregnó. Y segundo, recuperar la idea de tradición pero no como sinónimo de inmovilismo, sino entendida como evolución homogénea de la verdad revelada. El problema es que hoy, tanto los progresistas como los tradicionalistas, interpretan el Concilio del Vaticano Segundo como una ruptura: una “ruptura buena” para los progresistas y una “ruptura mala” para los tradicionalistas. Unos quieren un Papa progresista y los otros un Papa conservador. ¡Pero los cristianos queremos un Papa fiel a la verdad!


Benedicto XVI y Francisco

– ¿Y Benedicto XVI, qué clase de Papa fue?

– Uno que leyó el Concilio del Vaticano dentro de la tradición de la Iglesia, cosa que varios sectores no le perdonaron nunca. Su Pontificado estuvo atacado desde el inicio, tanto desde afuera como desde adentro de la Iglesia. Lo dice un libro de dos periodistas italianos editado en 2010, “Attacco a Ratzinger”.


– ¿Fue debido a esos ataques que el ex Papa renunció?

– Sólo Dios y Ratzinger pueden saber el por qué. Pero sin dudas que esos ataques fueron decisivos; aunque los peores vinieron desde adentro. El problema grave de la Iglesia actual es interno y eso es gravísimo. Recuperar una inteligencia de la fe cristiana es fundamental, pero eso sólo será posible a partir de una inteligencia metafísica y no de una ratio sociologista. En este sentido, considero que resulta de fundamental importancia que el clero adquiera una sólida formación filosófica en los seminarios.


– Muchos medios informaron que Benedicto XVI había encubierto casos de abuso dentro de la Iglesia. ¿Qué piensa usted?

– ¡Que fue exactamente lo contrario! Benedicto XVI puso esos casos sobre el tapete y fue durísimo con los sacerdotes inculpados. Un ejemplo fue la actuación del por entonces Cardenal Ratzinger contra el cura mexicano Maciel Degollado y el comunicado tremendo de la Santa Sede que emitió siendo ya Papa Benedicto XVI. Ni hablar de las sanciones que aplicó a los pederastas. Había un control estrictísimo de su parte.


– El Papa Francisco habló de “una iglesia de pobres y para pobres”. ¿Qué opina de este deseo?

– Me parece perfecto el volver a lo más genuino, a los orígenes del verdadero cristianismo. El problema es que en la cabeza de muchos (y no me refiero al Papa Francisco), volver a lo originario puede ser algo muy distinto. Hace poco, Osvaldo Bayer decía en un artículo que había que volver a las raíces cristianas. Pero para él, esas raíces eran Marx y Gramsci; es decir, el sentido histórico de Hegel que niega todo elemento sobrenatural. Y el cristianismo, que yo sepa, no fue fundado en el Siglo XIX por Marx sino hace dos mil años por Jesucristo.


– Al hablar de la Iglesia, siempre se citan los casos de abuso y nunca la obra de los misioneros en el mundo, ¿por qué?

– Porque nadie sabe cuál es la definición verdadera de Iglesia y es “el cuerpo místico de Cristo”. En ese cuerpo, la cabeza es santa. Los miembros del cuerpo, en cambio, somos nosotros, los hombres. Y como tal, somos pecadores: laicos, sacerdotes, cardenales, el mismo Papa. El mal está en cada uno de nosotros, pero también está en aquellos que juzgan a la Iglesia y antes de acusar debieran fijarse qué hacen por el bien del mundo.


– Muchos agoreros presagian la desaparición de la Iglesia. ¿Qué piensa usted?

– Que eso es imposible. Cristo dijo: “Ni las puertas del Infierno podrán contra la Iglesia”. Además, tengo una anécdota para ejemplificar por qué la Iglesia no desapareció ni lo hará jamás. Un judío se convirtió al catolicismo en Roma, y le preguntaron “¿Cómo te pudiste convertir en la sede misma de la corrupción?”. Y él respondió: “Precisamente por eso, porque si los cardenales y los curas corruptos de Roma no lograron destruir la Iglesia, eso quiere decir que es indestructible, que hay alguien superior que la cuida”.


Por Iván Wielikosielek








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