miércoles, 21 de enero de 2009

Claves para Entender el Error Progresista [I] - P. Julio Meinvielle


Claves para Entender el Error Progresista [I]
Pbro. Dr. Julio Meinvielle
(Primera Parte)


Transcribimos dos puntos tratados en el libro «Un Progresismo Vergonzante» [1] donde el Padre Meinvielle nos muestra cuales son los errores fundamentales de esta tendencia que ha enfermado a muchos.


Algunos Errores y Desviaciones del Progresismo Cristiano

 Es muy difícil caracterizar con precisión los errores y desviaciones en que incurre el progresismo cristiano en casi todos los aspectos de la doctrina y de la vida religiosa. Algunos mantienen algún error o desviación y otros, otras. La enumeración que vamos a realizar, ni es exhaustiva ni es formulada por todos los que se dicen progresistas.

En primer lugar, hay en los progresistas, sobre todo seminaristas y sacerdotes, un desprecio bien marcado de la filosofía y de la teología de Santo Tomas; sabido es que para la Iglesia, Santo Tomas de Aquino es el primer Doctor que ha logrado una síntesis hasta ahora insuperable de las enseñanzas cristianas y las ha expuesto en un cuerpo de doctrina que forman toda una arquitectura. Pues bien, los clérigos progresistas desprecian la filosofía y teología tomista, arguyendo que toda ella esta en dependencia de una ciencia arcaica y superada ya definitivamente. Luego, así como esa ciencia ha caducado, también caduca la metafísica y la teología de Santo Tomas. No es difícil advertir el error de estos clérigos progresistas. La metafísica y la teología son independientes de la ciencia experimental que poseía Santo Tomas; lo importante en aquella metafísica y en aquella teología, es la formulación de los primeros principios de la realidad y del ser. Rechazar a Santo Tomas, es rechazar la filosofía del ser, y caer por lo mismo en una filosofía de la idea, de la vida, del devenir, de la existencia. Por ese camino se hace imposible alcanzar el ser y por lo mismo, poner en contacto racional al hombre con Dios, su Creador. Por ese camino el hombre cierra el camino de su inteligencia hacia Dios y se hace incapaz de levantar una teología que respete los fundamentos naturales y racionales, sobre los cuales se ha de apoyar luego la Revelación y la teología.

En los progresistas, de que estamos hablando, hay una tendencia a revisar todos los tratados de la teología escolástica y tomista, con el pretexto de que se debe tomar contacto con las fuentes, a saber, con la Biblia y la enseñanza de los Padres. Esta tendencia puede ser buena si no se niega el progreso legitimo que se ha operado con las grandes disquisiciones y tratados de los doctores posteriores, pero los progresistas desprecian estos estudios y tratados; quieren volver a una teología puramente bíblica y patrística.


Esta tendencia es tanto mas peligrosa y se convierte en fuente de innumerables errores, si tenemos en cuenta que hoy la Biblia esta sometida a un bombardeo criticista demoledor por parte del nuevo racionalismo. Hay exegetas, como por ejemplo Rodolfo Bultmann, que están empeñados en desmitizar, como ellos dicen, el Kerygma cristiano. En esta tarea reducen a muy poco la palabra divina de la Escritura, so pretexto de que todo es mito, incluso la Resurrección del Señor. Sabido es que algunos biblistas católicos rechazan, por ejemplo, la infancia del Evangelio de San Lucas, y dicen que el Magnificat no es un cántico pronunciado por la Virgen. Se abre así, por este camino, las puertas a la destrucción total del Antiguo y del Nuevo Testamento de las Escrituras Sagradas.

Al rechazar la teología de Santo Tomas, recomendada insistentemente por el Magisterio de la Iglesia [2], se han de inventar nuevas teologías, apoyadas por falsas filosofías, como por ejemplo en el historicismo, evolucionismo y en el existencialismo. Sabido es como PIO XII en la «Humani Generis» [3], ha condenado todas estas tendencias peligrosas de la nueva teología. Pero el progresismo no hace caso de las advertencias de los Papas. Otra desviación grave del progresismo, es el rechazo y la disminución que hace la autoridad del Papa y de la Curia romana, rechazando el magisterio ordinario de la Iglesia; en este punto los progresistas formulan las afirmaciones mas pintorescas. Para ellos, cuando muere un Papa, pierden valor todas las verdades por el enseñadas. Este error es tanto mas grave cuanto es conocido que las enseñanzas de los Papas giran alrededor de la Revelación y del orden filosófico natural que guardan un valor permanente; por ello es que los Papas en sus documentos invocan doctrinas del Magisterio anterior de sus predecesores.

La campaña de desprecio del Magisterio de la Iglesia va acompañada asimismo de una campaña contra la persona de grandes Pontífices, como por ejemplo de Pio XII. No se le perdona a este Papa que haya promulgado en 1950 la «Humani Generis» contra las desviaciones de la nueva teología; tampoco se le perdona que haya condenado el movimiento de los «pretres ovrieries» y haya puesto termino a los desmanes de algunos teólogos dominicos, y haya canonizado a San Pio X.

Algunos progresistas, sobre todo en Francia, presenta una imagen de la Iglesia como si su centro, que esta en Roma, tendría por función frenar, mientras que la periferia seria dinámica y empujada por el Espíritu. La mano romana que frena, se dice, es retrograda y esterilizante, mientras que el motor de la periferia da muestras de inteligencia de las situaciones y de audacia apostólica.

Los progresistas, llevados por un falso ecumenismo, se atreven a rebajar los privilegios de la Virgen y así se oponen, por ejemplo, a que se le reconozca a María o se le de el titulo de Medianera Universal de todas las Gracias.

Los progresistas, renovando los errores del pelagianismo, están también llevados a negar u oscurecer la noción de pecado y de infierno. Fundándose en tesis del psicoanálisis y de la psicología profunda, se ven movidos a negar la malicia y la responsabilidad del pecado, sobretodo los pecados sexuales.

En la vida espiritual, hay en los progresistas un empeño en suprimir el esfuerzo de los actos y de las practicas individuales en beneficio de una piedad exclusivamente comunitaria. En estos errores, suelen incurrir los progresistas de un liturgismo comunitario exagerado.

Habría que señalar también los errores y desviaciones de un personalismo peligroso que lleva a formular la tesis de la libertad religiosa como la de un derecho a profesión publica de cualquier error y que elabora toda una moral individualista o de la situacion.


El Error Fundamental Del Progresismo [4]

Pero no está en estos errores lo más característicos del mundo moderno. El error fundamental consiste en negar la necesidad de un orden social cristiano o lo que el magisterio eclesiástico llama, desde los días de León XIII hasta el Pontífice reinante (Pablo VI), la civilización cristiana o la ciudad católica; los progresistas niegan que haya tal civilización cristiana o tal orden social público - cristiano. En París se ha llegado a afirmar en audiciones públicas de radio, que tal concepto no existe en el Magisterio de la Iglesia; cuando se hace evidente que hay por lo menos cerca de 50 documentos que hacen referencia explícita a la «civilización cristiana». También califican los progresistas de nacional - catolicismo el intento de llevar a la práctica el programa de la ciudad católica.

Al rechazar los progresistas la civilización cristiana, rechazan los derechos de la Realeza de Cristo sobre el orden temporal de la vida pública; es decir, sobre las familias, los grupos sociales, los sindicatos, las empresas, las naciones y el mundo internacional. Derecho de la Realeza de Cristo, a que el orden temporal se conforme a las enseñanzas y a la legislación de la enseñanza cristiana. El progresismo rechaza el orden social público cristiano y lo tacha de catolicismo «constantiniano», «gregoriano», «sociológico», a fin de presentarle con un aspecto odioso. No faltan sacerdotes, como el dominico Liege, que afirman que trabajar para el orden social cristiano, para la civilización cristiana, es hacer obra mas negativa y nefasta que el mismo comunismo.

Al rechazar la necesidad de trabajar para la implantación de un orden social cristiano, los progresistas vense obligados a aceptar la ciudad laicista, liberal, socialista o comunista, de la civilización moderna. Aquí radica el verdadero error y desviación del progresismo cristiano, en buscar la alianza de la Iglesia con el mundo moderno. Al calificar de mundo moderno, no hacemos calificación de tiempo, sino una calificación de la naturaleza de la sociedad moderna, y sobre todo del espíritu de dicha sociedad. La sociedad moderna, que comienza en el Renacimiento y se continúa con el naturalismo, el liberalismo, el socialismo y el comunismo de la vida pública, es una sociedad que tiende a rechazar a Dios y a hacer del hombre un dios que con su esfuerzo creador va a lograr su destino y su felicidad. Por ello, como veremos más adelante, el humanismo que comienza en el Renacimiento, termina con el comunismo, en que el hombre se constituye en el creador exclusivo de su propio destino, que no sólo no necesita de Dios sino a quien Dios le estorba y le molesta, por cuanto la creencia en Dios le mueve a no poner en sí mismo el esfuerzo de su obra creadora. Por ello para Marx la religión es una alineación que disminuye al hombre.

Esta alianza de la Iglesia con el mundo moderno que promueve el cristianismo progresivo, le lleva a dar categoría de ciencias supremas, a la psicología y a la sociología; a la psicología que analiza y dirige los condicionamientos internos del hombre; y a la sociología que dirige y conduce los condicionamientos externos. El hombre así alejado del orden social cristiano, trabaja en el orden laicista de la psicología bajo la influencia de Freud; y en la sociología bajo la influencia de Marx.

El cristiano progresista, sobre todo hoy, tiende a unir comunismo y cristianismo. Para ello incurre en graves errores y desviaciones. En primer lugar, en hacer del comunismo y del marxismo un verdadero «humanismo» con valores positivos que se han de salvar. Es claro que para hacer afirmación tan peregrina, deben desarticular al marxismo y comunismo y con ello negar su carácter de totalidad, que se afirma sobre todo en su contextura dialéctica. El marxismo es un materialismo dialéctico que hace del hombre un puro «trabajador», cuyo valor se ha de medir por su eficacia productiva en la edificación de la sociedad comunista. El hombre marxista es un ser degradado a quien se le ha quitado su dignidad «divina», su dignidad «humana» y aún su dignidad «divina», su simple engranaje de la maquinaria comunista. Es absurdo llamar humanista a aquello que constituye la degradación del hombre.

El cristiano progresista es llevado asimismo a valorar el comunismo por su rechazo fundamental del capitalismo. Al entrar en la dialéctica capitalismo-comunismo, burgués-proletario y al rechazar como enemigo primero al capitalismo, el cristiano progresista vese obligado a aceptar el comunismo. Pero esta dialéctica es falsa, propia de una sociedad que levanta en primer plano los valores económicos…

Además, el cristiano progresista se hace una idea errónea del «Sentido de la Historia» como si éste hubiese de encaminarse inexorablemente hacia el comunismo, con el cual habría que pactar desde ya. Pero aunque el comunismo, como mañana el Anticristo, hayan de imponerse por un momento en la Historia, no por eso se les debe aceptar. Sino al contrario, habrá que combatirlo para que sólo impere el Reino del Señor. Así como obraron perversamente los católicos que como Lamennais en el siglo pasado abrazaron el liberalismo, así también los católicos progresistas de hoy mezclan catolicismo con comunismo.

Debajo de este error progresista que quiere aliar cristianismo y comunismo, existe el otro error más general, que consiste en aliar al mundo moderno - en el sentido antes explicado de laicista y ateo - con la Iglesia. Error condenado en la proposición 80 del Syllabus [5], que dice: «El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el "progreso", el liberalismo y la civilización moderna».

Si la civilización moderna envuelve la autonomía absoluta del hombre frente a Dios, es harto claro que la Iglesia no puede reconciliarse con ella. Y no se crea que esto podría ser verdad del pasado que ha perdido todo vigor. Al contrario. Es una enseñanza constante desde Pío IX hasta Juan XXIII. En efecto, este último Papa, en un documento tan importante como la «Mater et Magistra», llega a afirmar que la «Iglesia se encuentra hoy colocada delante de esta pesada tarea: hacer a la civilización moderna conforme a una verdaderamente humana y a los principios del Evangelio». Lo cual significa que en opinión de Juan XXIII, la civilización moderna ni es conforme a un orden humano ni a los principios del Evangelio. Ya esto mismo lo había advertido Pío XII, cuando señalaba que «era todo un mundo el que era necesario rehacer desde sus fundamentos; de salvaje, hacerlo humano; de humano, hacerlo divino, según el corazón de Dios». Ya el mismo Pío XII, hablando a los capellanes de la juventud Católica, el 8 de septiembre de 1953, los exhortaba a sentirse «movilizados para la lucha contra un mundo tan inhumano porque tan anticristiano».

Esta forma de posición frente a la civilización moderna, nos va exigir una formulación de los principios básicos de una teología de la Historia para juzgar a la civilización moderna. ¿La civilización moderna que se desarrolla desde el Renacimiento - aquí en un proceso continuo de mayor materialismo -, desde el naturalismo al comunismo importa un progreso del hombre en cuanto hombre, o más bien un regreso y degradación? He aquí el problema de nuestra próxima conversación.

Alguien preguntará: ¿qué desarrollo tiene el progresismo cristiano entre nosotros? Debemos decir que se está desarrollando muy rápidamente no sólo en el Gran Buenos Aires sino también en el interior. Contribuyen a su desarrollo sacerdotes jóvenes, seminaristas y algunos laicos de organizaciones católicas. Ya el año pasado se denunció el grupo «progresista» y casi abiertamente comunista «Época». Habría que añadir ahora grupos de jóvenes universitarios católicos con publicaciones como «Tandil» o «Cambio» de Economía y Humanismo. Hay sacerdotes muy activos en esta tarea, a quienes dirigentes de seccionales del Partido Comunista dan como afiliados al partido, y quienes ejercen una acción muy decisiva sobre seminaristas y laicos. Todo hace pensar que se está haciendo una trenza entre sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos de grupos representativos en los ambientes católicos para imponer el progresismo cristiano entre nosotros.

Esto escribíamos en 1964: Hoy el progresismo ha avanzado mucho más como lo demuestra la conferencia en que analizamos el libro «La Persona, el mundo, Dios» de Arturo Paoli.




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Notas
[1] Editorial Cruz y Fierro, 1967.
[2] Es de hacer notar que el Papa Reinante, Juan Pablo II, en la actualidad ha recomendado insistentemente esta teología y sobretodo su enseñanza en los Seminarios y casas de formación de Sacerdotes y religiosos. Lo que valida aun mas lo aquí expuesto por el Padre Meinvielle. Nota de la Redacción
[3] NdE: Pueden leerla en http://studiumlibros.blogspot.com/ .
[4] En relación a este tema, el sionismo internacional con sus aliados los medios ha lanzado una campaña de difamación contra Pío XII porque no le pueden perdonar que por su obra se haya convertido el Gran Rabino de Roma. Nota de la Redacción.
[5] De «Un Progresismo Vergonzante», Cruz y Fierro Editores, 1967





1 comentario:

  1. Excelente artículo del Padre Meinvielle.
    ¡Cuánto necesitamos meditar estas cosas!
    Gracias Fraternidad de Vida Nueva por darnos la posibilidad.

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