martes, 24 de febrero de 2009

Dispersos por el mundo y unidos al Papa en la fe - San Luis Orione


Dispersos por el mundo y unidos al Papa en la fe
San Luis Orione


Durante el viaje de despedida, navegando por el río Paraná, desde Itatí a Buenos Aires (29 de junio de 1937). Comparte con sus religiosos dispersos por el mundo la profunda ansia pastoral de llevar a los humildes y pequeños al Papa, a la Iglesia, a Cristo.


Hoy es la fiesta del apóstol San Pedro, fiesta del Papa. Desde ayer a la una de la madrugada estoy navegando por el Paraná, a eso de las seis de la tarde espero llegar a Rosario, donde permaneceré esta noche y parte del día de mañana; luego una escapada a Buenos Aires para la última visita a las otras casas.En todas partes hoy se ora por el Papa, se enaltece al Papa, se mira con inmenso amor a Roma y al Papa, "dulce Cristo en la tierra". Y yo en medio del río Paraná pienso en los hermanos e hijos que dejé ayer en medio de la noche en los extremos confines de la Argentina, frente al Paraguay; en los que están en el Chaco, en los que veré esta noche en Rosario, en los que están en la Pampa, en Mar del Plata, y en otros puntos de esta república; en los del Uruguay y el Brasil; en los de Albania, Rodas, Inglaterra, Polonia; y en Uds. que están en Italia. Hoy, todos unidos conmigo, distantes pero no divididos, desperdigados pero todos unidos en la fe común y el mismo amor de hijos fieles, hoy nos consolamos mutuamente, rezamos todos juntos por el Papa, celebramos y honramos a Jesús y al Apóstol Pedro en nuestro Papa Pío XI.

Tenemos que palpitar y hacer palpitar miles y millones de corazones en torno al corazón del Papa: tenemos que conducir a él, de manera especial, a los pequeños, y a la humilde y tan insidiada clase trabajadora; guiar hacia el Papa a los pobres, los afligidos, los marginados, que son los predilectos de Jesús, los verdaderos tesoros de su Iglesia.

El Papa es el padre del rico tanto como del pobre; para El no existen nobles o plebeyos, sino sólo hijos; del Papa viene la fe, la luz, la mansedumbre de Jesús, que es bálsamo para los corazones y alivio y consuelo para los pueblos.

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del Infierno no prevalecerá contra ella" [Mat 16, 18]

Pasaron los siglos y estas palabras de Jesús resuenan a través de los tiempos, y de todas las tempestades del mundo. Contra el Papa y la Iglesia se desataron furiosas y terribles tempestades que lejos de sumergir a la Iglesia y al papado, los convirtieron en la mayor potencia espiritual y moral, y muestran cada día más y mejor, que la Iglesia y el Papado son obra de Dios, fuerza de Dios.

¡Admirable unidad, vital y orgánica, la de la Santa Iglesia! Nosotros, por el Bautismo y por el Papa, no formamos más que un solo cuerpo, vivificado por el único y mismo Espíritu Santo: un solo Rebaño, bajo la guía de un solo Pastor: el Papa.

Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, ni contra el Papa, a quien Cristo ha dado las llaves del reino de los cielos, y la promesa solemne de que todo lo que ate en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desate en la tierra será desatado en los cielos.[Mat 16, 19]

En el Papa nosotros reconocemos no sólo al Vicario de Cristo, la Cabeza infalible de la Iglesia, inspirada y guiada por el Espíritu Santo, y el fundamento de nuestra Religión, sino también la piedra firme de la sociedad humana.

El Papa es la síntesis viviente de todo el cristianismo, es la cabeza y el corazón de la Iglesia, es luz de verdad indefectible, es la llama perenne que arde y resplandece sobre el monte santo. ¡Donde está Pedro, está la Iglesia; donde está la Iglesia, está Cristo; donde está Cristo, está el camino, la verdad, la vida!


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