¡Es el Señor! (Dominus Est!)
Reflexiones sobre la Sagrada Comunión
Mons. Atanasio Schneider
Monseñor Atanasio Schneider es Obispo Auxiliar de Karaganda, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Kazajastán y autor del Libro "Dominus Est! - ¡Es el Señor!: Reflexiones de un Obispo de Asia Central sobre la Sagrada Comunión" (Libreria Editrice Vaticana, 4 Junio 2009), con Prólogo de Mons. Malcolm Ranjith -por entonces Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y creado Cardenal por el Papa Benedicto XVI en 2010-, en el que medita sobre cómo recibir la Eucaristía con reverencia.
Nació en Kirguistán, donde sus padres alemanes habían sido exiliados por el régimen comunista. En 1973 emigró a Alemania y pronto pasó a Austria para entrar en el Monasterio de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz.
Monseñor Schneider ha enseñado Teología en el Seminario "María, Madre de la Iglesia", de Karaganda, desde 1999. Su ordenación episcopal tuvo lugar en Roma el 2 de Junio del 2006.
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Capítulo I
"Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat"
Mujeres "Eucarísticas" y la Sagrada Comunión en la clandestinidad soviética
El régimen comunista soviético, que duró cerca de setenta años (1917-1991), pretendía establecer una especie de paraíso sobre la tierra. Sin embargo, este reino no podía tener consistencia, pues estaba fundado sobre la mentira, sobre la violación de la dignidad del hombre, sobre la negación si no sobre el odio a Dios y a su Santa Iglesia. Era un reino donde Dios y los valores espirituales no podían y no debían tener ningún espacio. Todo signo que hiciese a los hombres acordarse de Dios, era suprimido de la vida pública y de la vista de los hombres. Existía, sin embargo, una realidad que hacía recordar a los hombres máximamente a Dios: el sacerdote. Por esta razón, el sacerdote no debía ser visible; más bien no debía existir.
Para los perseguidores de Cristo y de su Iglesia, el sacerdote era la persona más peligrosa. Quizás ellos, implícitamente, conocían la razón por la cual el sacerdote era considerado como la persona más peligrosa. La verdadera razón era ésta: sólo el sacerdote podía darle a Dios a los hombres, entregarles a Cristo de la manera más concreta y directa posible, esto es, a través de la Eucaristía y de la Sagrada Comunión. Por esto, estaba prohibida la celebración de la Santa Misa. Pero ningún poder humano estaba en grado de vencer la potencia Divina que operaba en el misterio de la Iglesia y sobre todo en los sacramentos.
Durante aquellos oscuros años, la Iglesia, en el inmenso imperio soviético, estaba obligada a vivir en la clandestinidad. Pero lo más importante era esto: la Iglesia estaba viva, más bien, vivísima, si bien le faltaban estructuras visibles, edificios sagrados, y aunque hubiese una enorme escasez de sacerdotes. La Iglesia estaba vivísima porque no le faltaba del todo la Eucaristía -si bien raramente accesible a los fieles-, porque no le faltaban almas con una fe firme en el misterio eucarístico, a menudo madres de familia y abuelas con un alma "sacerdotal", que custodiaban y que hasta incluso administraban la Eucaristía con un amor extraordinario, con delicadeza y con la máxima reverencia posible, en el mismo espíritu de los primeros cristianos, expresado en el adagio "cum amore ac timore".
Video Testimonial de Mons. Schneider presentando su libro "Dominus Est!":
Entre los numerosos ejemplos de mujeres "eucarísticas" del tiempo de la clandestinidad soviética, se presentará aquí el ejemplo de tres mujeres de conocimiento personal del autor: María Schneider (madre del autor), Pulcheria Koch (hermana del abuelo del autor) y María Stang (parroquiana de la diócesis de Karaganda).