¿Castigo de Dios?
Mons. Héctor Aguer
Monseñor Aguer es Arzobispo Emérito de La Plata (Argentina); es Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas; es Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro; también es Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma). Tiene una intensa participación en los Medios de Comunicación de su país y aunque hace tres semanas que no sale en su columna del programa “Claves para un Mundo Mejor” ¡esperamos verlo pronto otra vez en esa pantalla!
[InfoCatólica / FVN] Acabo de recibir esta consulta: ¿Se puede pensar que la pandemia desatada por el Covid - 19 sea un castigo de Dios? Yo añadiría a la pregunta: ¿sensatamente? Así se excluye desde el comienzo tanto el fundamentalismo desorbitado que agita terrores apocalípticos, cuanto el relativismo incrédulo del católico «progresista», que descarta con una sonrisa la cuestión in limine.
Basta hojear en la Biblia los relatos del peregrinaje del pueblo de Dios registrado en los libros del Éxodo, los Números, y el Deuteronomio, para encontrar numerosos testimonios de la actitud divina ante la infidelidad, reiterada y contumaz, de los judíos. La noción de castigo va asociada a una imagen de Yahweh, que incluye el desfogue de su ira, manifiesta en el juicio contra el pecado; este es siempre desobediencia, incredulidad, apostasía. Aparece también el juicio y castigo de las naciones paganas, ya que el de Israel es un Dios universal, único y celoso de su gloria. En una y otra dirección se destaca asimismo la paciencia de Dios y su amor misericordioso, dirigido a obtener del pecador la conversión, ya que Él «no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva». Esta expresión ilustra un rasgo del Dios de Israel, que se reitera de continuo en los nebiyîn, los escritos proféticos.
Los términos mencionados parecen hallarse siempre en vinculación intrínseca: la ira es expresión de la santidad divina, de la que ha querido hacer participar al hombre; se manifiesta en el juicio, en el cual se muestra que Yahweh gobierna soberanamente el mundo, donde se ejerce como factor decisivo la libertad y consiguiente responsabilidad de la criatura, hecha a imagen del Omnipotente. Se citan las ciudades paganas castigadas por su maldad, como Babel, Sodoma, y Nínive, a las que se suma la misma Jerusalén cuando es llamada infructuosamente al arrepentimiento. En la dialéctica de la historia, los imperios paganos son instrumentos para la corrección del pueblo de Dios. Son bien elocuentes estos pasajes de la profecía de Ezequiel: «Les infligiré justos castigos: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste» (Ez 14, 21)... «Ustedes caerán bajo la espada; los juzgaré en el territorio mismo de Israel, y así sabrán que yo soy el Señor» (ib. 11, 10).