lunes, 25 de julio de 2022

El dolor de ya no ser - Mons. Héctor Aguer

El dolor de ya no ser
Mons. Héctor Aguer


«La ex República Argentina, es un NO País: ni moneda, ni idioma, ni Fuerzas Armadas… La casta política vive ajena a los rigores de la pobreza, que sufren los habitantes de este NO país. La corrupción es un mal endémico, frecuentemente disimulado con artilugios más o menos legales… las calamidades nacionales perduran y se agravan mientras los políticos ya discuten por las candidaturas para el próximo turno electoral del año que viene»


[FVN] ¡Acertaron, queridos lectores! El título de esta nota es el verso de un tango: “Cuesta abajo”, de 1934, obra de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. Me gusta el tango, sobre todo, Gardel y Piazzola. El Mudo “cada vez canta mejor”, y don Astor asumió lo esencial, el ritmo, y lo llevó a la categoría de música superior. Algunos tangos, pienso en el pesimismo profético de Discépolo, expresaron popularmente una filosofía del sentido común.

Nos duele la Argentina que ya no es. El General Charles de Gaulle acuñó acertadamente, una definición de país: “Un país necesita tres elementos esenciales: una moneda, un idioma, y un ejército”. Argentina Presidencia, la ex República Argentina, es un NO País: ni moneda, ni idioma, ni Fuerzas Armadas. Nunca en la historia habíamos caído “cuesta abajo en la rodada”, tan profundamente, hasta la dolorosa inexistencia.

Que no tenemos moneda es una comprobación cotidiana: devorados por la inflación, no hay precios. Es preciso desprenderse cuanto antes de los pesos, porque se convierten en nada en cuanto salen de la máquina emisora, sin respaldo alguno. Ningún ministro de Economía podrá resolver el problema monetario sin decidir una reforma del Estado, que financia su gasto tan exorbitante como su estructura, emitiendo pesos fantasmagóricos. La cuestión de la moneda es de carácter macroeconómico y político, más aún filosófico. Pero con efectos terriblemente concretos: casi la mitad de la población ha caído en la pobreza, y un alto porcentaje en la indigencia. Un país como el nuestro, que podría alimentar a más de cien millones de personas, porque es potencialmente rico, exhibe la vergüenza de que muchos niños pasen hambre.

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