Los símbolos religiosos en los espacios públicos
Mons. Antonio Marino
En la Legislatura de la ciudad autónoma de Buenos Aires se ha presentado recientemente un proyecto de ley que propone la supresión de símbolos religiosos (crucifijos, imágenes de la Virgen) en los espacios públicos. La Dra. María José Lubertino invoca el “derecho a no creer”. Existen otros antecedentes que van en la misma dirección, como el cuestionamiento de la presencia del signo de la cruz en el escudo de la ciudad de Buenos Aires, o la propuesta del retiro de los restos del general San Martín del recinto de la catedral primada.
"Es precisamente el cristianismo la fuerza espiritual que ha llevado a distinguir, sin oponer, el ámbito del poder espiritual y el ámbito del poder político"
En la Legislatura de la ciudad autónoma de Buenos Aires se ha presentado recientemente un proyecto de ley que propone la supresión de símbolos religiosos (crucifijos, imágenes de la Virgen) en los espacios públicos. La Dra. María José Lubertino invoca el “derecho a no creer”. Existen otros antecedentes que van en la misma dirección, como el cuestionamiento de la presencia del signo de la cruz en el escudo de la ciudad de Buenos Aires, o la propuesta del retiro de los restos del general San Martín del recinto de la catedral primada.
Si tomáramos en serio la propuesta de erradicar los símbolos religiosos de las instituciones civiles y de los espacios públicos, esto nos llevaría muy lejos. La aplicación coherente y sistemática de este principio impulsado por una minoría, parece suponer que en la organización de la sociedad se puede ignorar su pasado y su identidad histórica y cultural. Esto equivaldría a pretender fundar nuevamente la patria sobre fundamentos diversos de los ya puestos. Sería preciso cambiar el preámbulo de la Constitución Nacional donde invocamos a Dios como “fuente de toda razón y justicia”. Habría también que eliminar el artículo 2 de la misma, conforme al cual la Iglesia Católica es considerada como una institución de derecho público.
¿Cambiar tantos nombres?
Deberíamos notar que según la misma línea argumentativa, que ve en los símbolos religiosos una amenaza para la democracia y la libertad, deberíamos entonces cambiar los nombres de innumerables ciudades, provincias y calles que llevan la marca de lo cristiano y católico. ¿Habrá que rebautizar a las provincias de Santa Fe, San Juan, San Luis, Santa Cruz, Misiones, Santiago del Estero? ¿Le cambiaremos el nombre a las ciudades de Jesús María, Exaltación de la Cruz, Concepción (Tucumán), Concepción del Uruguay (ER), Pilar, San Miguel de Tucumán, Santa Rosa (LP), San Salvador de Jujuy …? ¡La lista sería tan larga! Por no hablar de los resabios del lenguaje bíblico que han quedado impresos en las lenguas romances y en la lengua castellana en que nos expresamos, y que sería largo ilustrar. Un botón de muestra: ¿de dónde proviene el hablar del “talento” de una persona? La propuesta, de ser llevada a cabo en forma sistemática y coherente, desembocaría en la negación misma de la historia y de la cultura de occidente.
Subyace en esta postura el temor de una indebida injerencia de la autoridad eclesiástica en las instituciones civiles de la República.