“Árbol precioso, benditos clavos, que llevan tan dulce carga”
(Liturgia)
Mons. Antonio Marino
Homilía del Viernes Santo
Catedral de Mar del Plata, 25 de Marzo del 2016
I. El Servidor de Dios y de los hombres
“Todo se ha cumplido” (Jn 19, 30). En el Evangelio de San Juan, estas son las últimas palabras que Jesús pronuncia antes de morir. Toda la vida de Cristo transcurrió en la búsqueda y el cumplimiento de la voluntad del Padre. Esa fue la unidad profunda de todos sus actos: vivir en el amor obediente al Padre que lo envió, para así cumplir su plan de salvación anunciado en las Escrituras.
Su pasión dolorosa y su muerte en la cruz, no son algo aislado del resto de su vida, ni podemos considerar los años anteriores como un mero tiempo de espera para este momento. Toda su vida respira obediencia al Padre y amor a nosotros. Jesús nos ha salvado a través de todos los instantes de su existencia, aunque en su pasión y muerte hay una densidad suprema, preparada desde el primer instante de su encarnación y consumada en su misterio pascual de muerte y resurrección.
La pasión y la muerte de Cristo son un momento único e irrepetible en la historia de la humanidad. Para una mirada sólo humana, estamos ante el trágico fin, común a tantos otros hombres que fracasaron en su intento de convencer a otros. Pero a la luz de la fe, todo cambia, pues estamos en el inicio silencioso de un mundo nuevo.