Afectividad y Eucaristía
Fray Timothy Radcliffe, OP
Conferencia pronunciada en las XXXIV Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil y Vocacional organizadas por la CONFER. Para comprender la gravedad de todo lo que está en juego en la enseñanza de este sacerdote, por favor leer el artículo de Mª Virginia Olivera de Gristelli titulado "P. Timothy Radcliffe: apología de la homosexualidad desde la Eucaristía":
No estoy seguro del significado exacto de la palabra "afectividad" en español. En inglés "affectivity" implica no sólo la capacidad de amar, sino también nuestra forma de amar como seres sexuales, dotados de emociones, cuerpo y pasiones. En el cristianismo hablamos mucho sobre el amor, pero tenemos que amar como las personas que somos, sexuales, llenos de deseos, de fuertes emociones y de la necesidad de tocar y estar cerca del otro.
Es extraño que no se nos dé bien hablar de esto, porque el cristianismo es la más corporal de las religiones. Creemos que Dios creó estos cuerpos y dijo que eran muy buenos. Dios se hizo corporal en medio de nosotros, un ser humano como nosotros. Jesús nos dio el sacramento de su cuerpo y prometió la resurrección de nuestros cuerpos. Así pues deberíamos sentirnos en casa en nuestra naturaleza corporal, apasionada… ¡y cómodos al hablar de afectividad! Pero a menudo cuando la Iglesia habla de esto, la gente no queda convencida. ¡No tenemos demasiada autoridad cuando hablamos de sexo! Quizás Dios se encarnó en Jesucristo pero nosotros todavía estamos aprendiendo a encarnarnos en nuestros propios cuerpos. ¡Tenemos que bajar de las nubes!
En una ocasión en que San Juan Crisóstomo estaba predicando sobre sexo notó que algunos se estaban ruborizando y se indignó: "¿Por qué os avergonzáis? ¿Es que esto no es puro? Os estáis comportando como herejes" [1]. Pensar que el sexo es repulsivo es un fracaso de la auténtica castidad y, según nada menos que Santo Tomás de Aquino, ¡un defecto moral! (II, II, 142.1) Tenemos que aprender a amar como los seres sexuales y apasionados -a veces un poco desordenados- que somos, o no tendremos nada que decir sobre Dios, que es amor.
Quiero hablar de la Última Cena y la sexualidad. Puede que suene un poco extraño, pero pensad en ello un momento. Las palabras centrales de la Última Cena fueron "Este es mi cuerpo y os lo doy". La eucaristía, como el sexo, se centra en el don del cuerpo. ¿Os habéis dado cuenta de que la primera carta de San Pablo a los corintios se mueve entre dos temas: la sexualidad y la eucaristía? Y es así porque Pablo sabe que necesitamos entender la una a la luz de la otra. Comprendemos la eucaristía a la luz de la sexualidad, y la sexualidad a la luz de la eucaristía.
Para nuestra sociedad es muy difícil entender esto porque tendemos a ver nuestros cuerpos simplemente como objetos que nos pertenecen. El otro día vi un libro sobre el cuerpo humano que se titulaba: "Hombre: todos los modelos, formas, tamaños y colores. Manual de usuario Haynes para propietarios" (Haynes es la imprenta de una serie de manuales de todas las marcas de coches). Era el tipo de manual del propietario que te dan con un coche o una lavadora. Si piensas en tu cuerpo de esa manera, como algo más bien importante que posees junto con otras cosas, entonces los actos sexuales no son especialmente significativos. Puedo hacer lo que me parezca con mis cosas en tanto en cuanto no haga daño a nadie. Puedo usar mi lavadora para mezclar pintura o hacer pasteles. Es mía. Y según esto ¿por qué no puedo hacer lo que yo quiera con mi cuerpo? Esta es nuestra forma natural de pensar porque a partir del siglo XVII hemos absolutizado bastante los derechos de los propietarios. Ser humano es poseer.
Es extraño que no se nos dé bien hablar de esto, porque el cristianismo es la más corporal de las religiones. Creemos que Dios creó estos cuerpos y dijo que eran muy buenos. Dios se hizo corporal en medio de nosotros, un ser humano como nosotros. Jesús nos dio el sacramento de su cuerpo y prometió la resurrección de nuestros cuerpos. Así pues deberíamos sentirnos en casa en nuestra naturaleza corporal, apasionada… ¡y cómodos al hablar de afectividad! Pero a menudo cuando la Iglesia habla de esto, la gente no queda convencida. ¡No tenemos demasiada autoridad cuando hablamos de sexo! Quizás Dios se encarnó en Jesucristo pero nosotros todavía estamos aprendiendo a encarnarnos en nuestros propios cuerpos. ¡Tenemos que bajar de las nubes!
En una ocasión en que San Juan Crisóstomo estaba predicando sobre sexo notó que algunos se estaban ruborizando y se indignó: "¿Por qué os avergonzáis? ¿Es que esto no es puro? Os estáis comportando como herejes" [1]. Pensar que el sexo es repulsivo es un fracaso de la auténtica castidad y, según nada menos que Santo Tomás de Aquino, ¡un defecto moral! (II, II, 142.1) Tenemos que aprender a amar como los seres sexuales y apasionados -a veces un poco desordenados- que somos, o no tendremos nada que decir sobre Dios, que es amor.
Quiero hablar de la Última Cena y la sexualidad. Puede que suene un poco extraño, pero pensad en ello un momento. Las palabras centrales de la Última Cena fueron "Este es mi cuerpo y os lo doy". La eucaristía, como el sexo, se centra en el don del cuerpo. ¿Os habéis dado cuenta de que la primera carta de San Pablo a los corintios se mueve entre dos temas: la sexualidad y la eucaristía? Y es así porque Pablo sabe que necesitamos entender la una a la luz de la otra. Comprendemos la eucaristía a la luz de la sexualidad, y la sexualidad a la luz de la eucaristía.
Para nuestra sociedad es muy difícil entender esto porque tendemos a ver nuestros cuerpos simplemente como objetos que nos pertenecen. El otro día vi un libro sobre el cuerpo humano que se titulaba: "Hombre: todos los modelos, formas, tamaños y colores. Manual de usuario Haynes para propietarios" (Haynes es la imprenta de una serie de manuales de todas las marcas de coches). Era el tipo de manual del propietario que te dan con un coche o una lavadora. Si piensas en tu cuerpo de esa manera, como algo más bien importante que posees junto con otras cosas, entonces los actos sexuales no son especialmente significativos. Puedo hacer lo que me parezca con mis cosas en tanto en cuanto no haga daño a nadie. Puedo usar mi lavadora para mezclar pintura o hacer pasteles. Es mía. Y según esto ¿por qué no puedo hacer lo que yo quiera con mi cuerpo? Esta es nuestra forma natural de pensar porque a partir del siglo XVII hemos absolutizado bastante los derechos de los propietarios. Ser humano es poseer.