jueves, 19 de septiembre de 2024

La Salette, ayer y hoy - Mons. Héctor Aguer

La Salette, ayer y hoy
Mons. Héctor Aguer


«Que la Masonería ha procurado desde siempre infiltrarse en la Iglesia, es por demás conocido... Espero no escandalizar a nadie si digo que el Vaticano está infiltrado por masones y por el lobby gay. El flanco humano de la Iglesia siempre corre riesgos. Pero ella es la Esposa bienamada del Señor, y misteriosamente poblada por santos».


[LaPrensa/FVN] El 19 de septiembre de 1846 la Virgen María se apareció en La Salette, pueblo de los Alpes franceses, a dos niños pastores que cuidaban las vacas que les habían encomendado. Eran Mèlanie Calvat, de 15 años y Maximin Giraud (“Mémin” le decían), de 11. Nuestra Señora vestía como las mujeres de la región, era alta y estaba rodeada de luz. La vieron sentada, con los codos apoyados en las rodillas, cubriéndose el rostro con las manos; lloraba. Cuando desciende del gozo inalterable del Cielo y se muestra a los hombres, María llora. La imagen que se encuentra en el lugar de la aparición es conmovedora. El gesto del llanto es un mensaje. A los niños les dijo que ya no podía sostener el brazo de su Hijo para que no lo descargara sobre los pecadores. En La Salette María llamaba a la conversión indicando la terrible situación que presentaba el pueblo, sumido en el pecado: la blasfemia y la violación del reposo dominical destinado al culto de Dios en la Misa.

Como lo haría años después en Lourdes al mostrarse a Bernardette Soubirous, la Virgen no hablaba en francés sino en el patois que los chicos podían entender. Al respecto, hay un detalle gracioso. María explicó que era un castigo divino el fracaso de las cosechas de trigo y de papas. En francés papa se dice pomme de terre. Mèlanie no entendía, porque para ella las únicas manzanas (pomme) son las que produce el manzano. Advertida, la Virgen le dijo en patois: truffá.

Una observación resulta imprescindible: en La Salette, como en Lourdes y en Fátima, la Virgen se muestra a niños, y a ellos confía su mensaje y los hace depositarios de secretos referidos a la Providencia del Señor de la historia. Como los casos de Lourdes y Fátima, el de La Salette también consiste en esa misteriosa preferencia; así se explica la sencillez y la contundencia de los dichos que vienen del Cielo.


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