sábado, 9 de mayo de 2009

Iglesia y misión ante el desafío ecuménico e interreligioso - Luis Ponte

Iglesia y misión ante el desafío ecuménico e interreligioso
P. Luis Ponte

Presentación (de Mons. Janusz Bolonek)

Su Santidad Juan Pablo II, de feliz memoria, durante casi 27 años realizó innumerables viajes apostólicos a los cinco continentes como nunca antes lo había hecho un Romano Pontífice. Desde su primer viaje a México y luego a Polonia, entendió que Su pontificado debía inspirarse en el mandato de Jesucristo: “Id y haced discípulos de todas las gentes” (cfr. Mt 28,19); en contacto con los diversos pueblos y culturas, saliendo al encuentro directo de los hombres. Este estilo propulsó rápidamente la impronta de una Iglesia dinámica, haciendo visible la idea central del Vaticano II de la Iglesia como sacramento universal de salvación. Al lado de su dinamismo pastoral, sus riquísimas enseñanzas orales y escritas despertaron un renovado interés por el estudio de la misionología a la luz del Vaticano II, como disciplina teológica fundamental para la eclesiología de estos tiempos. No solamente la misionología como disciplina específica adquirió un importante desarrollo, sino que tanto la teología en general, como la espiritualidad y la pastoral, se replantearon desde este ángulo de la misión “ad gentes”. Juan Pablo II como Pastor universal de la Iglesia reactivó los distintos organismos y estructuras eclesiásticas para promover la animación misionera desde las iglesias locales, y desde todas las instituciones y asociaciones de vida consagrada. Con Su enseñanza y con Su ejemplo testimonial, nos ha dejado un extraordinario y valiosísimo legado en ésta y en tantas otras dimensiones del cristianismo.

Este estudio del Padre Luis Ponte constituye una inteligente comprensión de la encíclica emblemática de Su pontificado. Esta sistematización teológica y su ubicación retrospectiva y prospectiva en el magisterio post-conciliar, es luminosa para la formación permanente. El análisis del documento desde el ángulo eclesiológico en su desafío soteriológico contemporáneo, es muy útil para una ubicación acertada de cara a los desafíos actuales de la misión de la Iglesia. La síntesis efectuada por el Autor ayudará a asimilar más profundamente los pilares de la espiritualidad y el apostolado misioneros, para una sana vivencia de comunión eclesial.

Como representante de la Sede Apostólica en diversos países, siempre he sentido y siento el empeño de promover la fidelidad al mandato “Euntes docete omnes gentes”, que actualiza el dinamismo misionero de la Iglesia. Por eso, agradezco vivamente al Autor de estas páginas su valiosa labor como asesor teológico de las Obras Misionales Pontificias de Uruguay (1993-1996, 1999-2000) y de España (1997-1998). Asimismo, hago mis votos fraternales para que la publicación de este libro en consonancia con el tema de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (Brasil), “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan Vida”, encuentre acogida favorable en aquellos hombres y mujeres, tanto eclesiásticos como laicos, que se dedican con generosidad a la obra evangelizadora en el mundo de hoy.

+ Mons. Janusz Bolonek
Nuncio Apostólico de Su Santidad en Uruguay

Montevideo, 19 de Marzo de 2007.

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Prólogo

Hemos presenciado la pascua definitiva del querido y grandioso Papa Juan Pablo II, y de la elección de su sucesor Benedicto XVI. Al difunto Pontífice nuestro religioso homenaje y dedicación póstuma, y al actual Pastor Universal nuestro filial afecto y augurio en el Señor.

En la II Asamblea General de la IACM (Asociación Católica Internacional de Misionología) realizada en Cochabamba (del 29/9 al 4/10 de 2004), el P. Efraín Martínez Delgado -Secretario ejecutivo del Departamento de Misión y Espiritualidad del CELAM- tomó contacto con este trabajo y desde entonces me animó y apoyó para que lo publicara. A él en primer lugar, mi gratitud.

Este libro hunde sus raíces en la investigación realizada para mi tesina de Licenciatura en Teología de la Evangelización finalizada a fines del año 1995 (1). Posteriormente un grupo de amigos y colaboradores de la Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias en Uruguay, a impulsos del pionero y tenaz Director P. Esteban Kukula svd, formamos un grupo de debate teológico con base en dicha investigación, en forma de tertulias informales. Desde entonces, por parte de algunos sacerdotes de aquel grupo, surgió el interés por el estudio de la misionología como disciplina fundamental en la formación permanente. De aquel grupo de estudio algunos recibimos la invitación para participar en el primer Congreso católico internacional de Misionología convocado por la Santa Sede (Roma, 16-21 de octubre de 2000). En el Uruguay, hasta el día de hoy, no existe en el programa académico de los estudios eclesiásticos la disciplina misionológica; sin embargo, algunos profesores ya han comenzado a integrar en sus tratados teológicos la perspectiva misionológica.

El presente estudio es una ampliación y actualización del original. He querido sintetizar los quicios dogmático-pastorales de la cuestión misionera en el marco de una eclesiología dinámica. Sin pretensiones de tipo pastoral práctico, busqué asentar las bases fundamentales para un diálogo y debate teológico según las coordenadas del magisterio actual, en el cual estamos de acuerdo en que la Redemptoris Missio constituye el hito referencial de cara a los desafíos del nuevo milenio. Ofrezco estas páginas como un gesto de caridad intelectual para los estudiantes de teología de los seminarios y de las casas de formación; y ojalá que, así como para nosotros fue el detonante propulsor del interés por la misionología, lo sea también para muchos otros.

El autor

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La misión de la Iglesia en el horizonte de las grandes religiones

Queremos exponer brevemente el tema de la actividad misionera eclesial en relación con los no cristianos (2). Desde el ángulo más propiamente religioso de la misión, buscamos perfilar el punto de encuentro con la experiencia religiosa de las grandes religiones. En ello apelamos al protagonismo trascendente de la misionología, pues la misma actividad misionera se dirige allí donde es preparada por la acción del Espíritu Santo.

Este tema tiene como núcleo teológico, la presencia y acción del Espíritu Santo en el cuerpo eclesial y más allá de él. La Iglesia, como sacramento universal de salvación, tiene como horizonte el mundo entero. Sin embargo, el camino histórico de su misión en el mundo va realizándose a impulsos del Espíritu de Cristo que la anima. En este impulso, la razón que la coloca hoy en el horizonte multi-religioso es la certeza de que el Espíritu de Dios es quien suscita en el corazón humano la búsqueda de Dios (3).

Las pistas de nuestra reflexión se originan desde la pneumatología desarrollada en el capítulo III de la encíclica “Redemptoris Missio” (RM), teniendo en cuenta la referencia a las otras religiones que se hace a lo largo de la misma (4). El enfoque y enmarcamiento de nuestro acercamiento, es desde la misión "ad gentes" de la Iglesia. Atañe no solamente a la actividad eclesial "ad extra", sino también a la comprensión del núcleo del mensaje misionero.


1. La presencia del Espíritu Santo en los no cristianos y la actividad misionera de la Iglesia

Al tratar de la presencia y actividad del Espíritu Santo en los no cristianos, nos referimos concretamente al alcance salvífico de sus propias experiencias religiosas; y, al mismo tiempo, a la necesidad de conjugar el sentido de la misión "ad gentes" con la acción del Espíritu Santo presente en los no cristianos (5).

El movimiento misional "ad gentes", apunta a llevar el anuncio del misterio de Cristo Salvador a toda la humanidad. En este movimiento, la misión eclesial se encuentra frente a experiencias místicas (6) que bien pueden apropiarse al Espíritu Santo (7), pero que no tienen contacto visible con el misterio de Cristo y de la Iglesia. Esto último es un argumento a favor del trabajo misionero, desde un desafío de orden explícitamente religioso (8).

La presencia del Espíritu en los no cristianos es una invitación a la Iglesia para ir a su encuentro. El Espíritu Santo, desde la otra orilla de la Iglesia, llama y atrae la actividad misionera conformando su orientación y perspectiva. Esta modalidad del Espíritu Santo asocia a la Iglesia para actuar por ella la salvación (9).

Ya hemos visto cómo la salvación remite al misterio de Cristo y su Cuerpo visible que es la Iglesia. La unicidad de la salvación en Cristo y la necesidad de la Iglesia para la misma, se corroboran por el influjo de atracción que el Espíritu Santo realiza desde los no cristianos a la misión "ad gentes". De esto se desprende que la misión "ad gentes" es colaboración con el trabajo del Espíritu Santo entre los no cristianos (10); y consiguientemente se reafirma el principio pneumatológico que impulsa la misma actividad misionera.

Este fenómeno de llamada de Dios a la Iglesia desde los no cristianos se conjuga con el protagonismo trascendente del Espíritu Santo en la misión eclesial. En ello podemos contemplar el repetirse de la gracia de Pentecostés donde, desde la Iglesia y hacia los gentiles, es el Espíritu Santo quien anima a comunicar la redención de Cristo. En esta perspectiva, la actividad misionera es la fuerza de irradiación y convocación de la Iglesia, como Pueblo de salvados. El Espíritu de Cristo que actúa en el seno de los no cristianos lo hace en virtud de la Iglesia y como fuerza de comunión de la humanidad en Dios (11).

La acción salvífica del Espíritu Santo en las grandes religiones prepara la siembra de la Palabra de los misioneros y hace posible el milagro interior de la conversión cristiana. Sin embargo, la eficacia salvífica del Espíritu Santo no se limita al proselitismo; sino que, por caminos solamente por Dios conocidos, permite que los hombres que nunca recibieron el anuncio del Evangelio, se asocien al misterio pascual de Cristo actualizado en la Iglesia y se salven (12).


2. Actividad misionera y diálogo interreligioso

En continuidad con el planteamiento de la misión de la Iglesia en el horizonte plurirreligioso no cristiano, surge la problemática de la modalidad y los caminos de la misión en dicho ámbito. Es entonces donde la misión evangelizadora no solamente propone su mensaje, sino también integra las riquezas de las grandes tradiciones religiosas del mundo. La postura de la Iglesia en este ámbito es de diálogo y apertura (13).

Se trata de un diálogo que encuentra su analogía en el diálogo salvífico de Dios con la humanidad (14). No es simplemente una estrategia evangelizadora, sino fundamentalmente una actitud de respeto y estima por lo verdadero y noble que hay en estas tradiciones. En este sentido, el diálogo es mediación y auxiliar necesario de toda actividad misionera. Con todo, el diálogo no sustituye el anuncio (15) o menoscaba la misión de la Iglesia; por el contrario, es cauce de una auténtica comunicación de la "Buena Nueva".

Este diálogo comporta distintos niveles de encuentro humano y religioso, tanto a nivel verbal como pragmático (16). Esta comunicación tiene la certeza de estar animada por el Espíritu que conduce a la conversión al Reino de Dios. Al mismo tiempo, el diálogo está basado en la convicción de que "la Iglesia es el camino ordinario de salvación y que sólo ella posee la plenitud de los medios de salvación" (17).

El fundamento teológico que sustenta este diálogo interreligioso es, en primer lugar, la presencia y acción del Espíritu Santo que prepara el encuentro de la Iglesia en los ámbitos a donde se dirige la misión "ad gentes". El Espíritu de Cristo y de la Iglesia es el que actualiza la salvación en los diversos horizontes auténticamente religiosos donde el hombre busca a Dios (18). En segundo lugar, la Revelación divina, de la que es depositaria la Iglesia, constituye el medio dialogante principal que la impulsa a salir al encuentro de las otras tradiciones religiosas (19).

En este camino del diálogo interreligioso, la actividad misionera es el lugar eclesial privilegiado de encuentro (20). Efectivamente, la misión "ad gentes" es dinamismo constitutivo del ser de la Iglesia y se sustenta en el impulso protagónico del Espíritu Santo. De ahí que las modalidades concretas del diálogo (oración, mortificación, testimonio de vida, actividades realizadas en común, etc.) se realizan compaginadas con la actividad misionera y ponen las bases legítimas de la interlocución religiosa (21).

Este diálogo interreligioso es un camino de fe y caridad en el que la Iglesia misionera es conducida por el Espíritu Santo (22). En ello va implicado el aspecto interior de la evangelización, es decir la espiritualidad (23). Al hablar de espiritualidad misionera, estamos subrayando la prioridad del ser sobre la acción y al mismo tiempo la importancia de la actitud interior en el diálogo (24). Espiritualidad es fidelidad al Espíritu de Dios, que es el Espíritu de Cristo y de la Iglesia (25). En definitiva, el diálogo interreligioso supone la fe en Jesucristo único Salvador y en la Iglesia como sacramento de su salvación (26).


3. La Iglesia en el discernimiento de la actividad misionera dentro del horizonte interreligioso

Naturalmente, la misión ad gentes se despliega en virtud de su intrínseco impulso centrífugo, pero en el encuentro interreligioso se le presentan situaciones que requieren discernimiento para la interlocución (27). La recepción requerida en la actividad misionera de "los destellos de aquella verdad" (28) presentes en las grandes religiones provoca un necesario "aggiornamento" de parte de los misioneros que actúan como interlocutores de primera línea.

No podemos olvidar que, en la actividad misionera "ad gentes", el diálogo es un elemento integrante de la misma pero no sustituye al anuncio del misterio de Cristo (29). Se hace necesario un discernimiento permanente en orden a secundar los caminos del Espíritu que abre paso a la misión de la Iglesia (30). Este discernimiento tiene su origen y término en el Cuerpo místico de Cristo, cuya estructura visible es jerárquico-sacramental (31).

El carisma del discernimiento se apropia a la persona del Espíritu Santo, que en la Iglesia se confía al ministerio petrino y episcopal (32). Dentro de la diversidad y complementariedad de los agentes misioneros, el Papa y los Obispos tienen la responsabilidad colegial de la misión universal (33). Esta responsabilidad colegial garantiza el compromiso comunitario de la Iglesia por la misión, y la fidelidad a la voluntad salvífica de Cristo.

Por un lado, el Espíritu Santo envía a la Iglesia hacia las gentes y, por otro, el mismo Espíritu la llama desde la orilla de los no cristianos. El discernimiento de los destinatarios, así como de los caminos a seguir en este movimiento de "ida" y "atracción" que realiza el único Espíritu Santo, está orientado por la entera Iglesia sacramental-jerárquica. Este discernimiento se realiza en referencia al misterio revelado de Dios en Cristo. De este modo el Espíritu Santo es el que guía la misión de la Iglesia, la cual, realizada a través del diálogo interreligioso, incluye siempre el anuncio del misterio de Cristo. Los momentos y los modos de encarnación del mensaje, corresponden al discernimiento realizado por los misioneros en comunión con la Iglesia (34).

El diálogo interreligioso ubica a la Iglesia como interlocutora entre las grandes religiones, para que ella pueda proponer su mensaje con respeto. En este diálogo, la Iglesia misionera ocupa su lugar de proclamadora de la palabra del Evangelio. El Espíritu Santo es quien envía a la Iglesia y por ella hace resonar el mensaje evangélico en el mundo entero (35).


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Notas
1) Presentada en el entonces Instituto Teológico del Uruguay Mons. Mariano Soler (ITUMS), agregado a la Pontificia Universidad Gregoriana (PUG), actualmente transformado en Facultad de Teología del Uruguay.
2) Utilizamos la expresión "no cristianos" en un sentido restrictivo. Nos enmarcamos en el contexto interreligioso de las grandes tradiciones del mundo. En este sentido, "los no cristianos" se entienden como los que profesan una de las tradiciones religiosas que no conciernen a las confesiones cristianas. En ningún momento de este trabajo queremos aludir a la indiferencia religiosa, el agnosticismo o el ateísmo.
3) La encíclica Redemptoris Missio (RM), asumiendo la doctrina conciliar de la acción del Espíritu Santo en el seno mismo de lo auténticamente humano, apropia a la tercera persona de la Santísima Trinidad la preparación anticipada a la actividad misionera. Esta preparación en las culturas y religiones es referencia a Cristo y a su Cuerpo la Iglesia. Cfr. RM 29.
4) Para este punto hay que tener presente que a los cinco meses de publicada la encíclica Redemptoris Missio aparece el documento Diálogo y anuncio (DA) publicado por dos dicasterios de la Curia romana: el Pontificio Consejo para el diálogo inter-religioso y la Congregación para la evangelización de los pueblos. Este documento hace referencia explícita a la encíclica sólo una vez (en el n. 4). No se trata de una diferencia de contenidos, sino simplemente que el texto del documento de los dicasterios ya estaba casi listo cuando la encíclica fue hecha pública. Cfr. Cardenal J. TOMKO, El documento "Diálogo y anuncio" en relación con la encíclica "Redemptoris Missio", en: L'Osservatore romano 26 (1991), 376 (edición española). En el documento al que me estoy refiriendo, en el n. 4 aparece el criterio hermenéutico del mismo: "El presente documento desarrolla más minuciosamente la enseñanza de la encíclica sobre el diálogo y su conexión con la proclamación (cfr. RM 55-57). Por eso ha de leerse a la luz de la encíclica." Teniendo en cuenta esta aclaración, integro libremente en el desarrollo de este punto, la reflexión del mencionado documento como complemento y extensión de la base doctrinal pneumatológica que extraigo del capítulo III de la encíclica.
5) Ha habido una crisis vocacional misionera "ad gentes", porque no se veía la razón de la misión debido a la malentendida teología de las religiones, que postula caminos de salvación en las grandes religiones sin vínculo con la mediación de Cristo. Al paso de esta problemática surgió el documento: Diálogo y Misión (DM). Cfr. SECRETARIADO PARA LOS NO CRISTIANOS, Diálogo y Misión, Roma 4 de setiembre de 1984, en: Acta Apostolica Sedis (AAS) 76 (1984), 816-828.
6) Algunos misioneros y teólogos buscan un acercamiento interreligioso a través de las experiencias místicas de las religiones. La intuición que subyace a esta postura se apoya en la similitud de los fenómenos místicos, que podrían ser un punto de encuentro para establecer un diálogo en ese nivel. Cfr. W. JOHNSTON, El ojo interior del amor - Misticismo y religión, ed. Paulinas (Madrid 1984).
7) Esta relación y apropiación de la experiencia religiosa al Espíritu Santo es una extrapolación del n. 29 de la RM.
8) Como muy bien lo indica la encíclica, no hay separación entre la economía del Verbo encarnado y la del Espíritu Santo, sino unidad y complementación en la obra salvífica universal. Cfr. L. LADARIA, El Logos encarnado y el Espíritu Santo en la obra de la salvación, en: L’Osservatore romano 39 (2000), 471-472 (edición española).
9) Cfr. LG 16. Es interesante al respecto el siguiente comentario: M. DHAVAMONY, La Iglesia y las religiones en relación con la salvación, en: L’Osservatore romano 45 (2000), 553-555 (edición española).
10) Cfr. DM 37-39.
11) La "ordenación" de los no cristianos al Pueblo de Dios habla de una vocación potencial presente en la humanidad a la salvación. En ello, la Iglesia es signo entre todos los pueblos de esa "congregación de salvación". Cfr. Lumen Gentium (LG) 13, 17.
12) Cfr. Gaudium et Spes (GS) 22.
13) Para un estudio sobre los distintos niveles del diálogo interreligioso y sus esfuerzos, así como de la comunicación de sus propios patrimonios entre las grandes religiones, cfr. M. DE UNCITI, Diálogo interreligio y misión, en: AA.VV. La misionología hoy, o.c., 301-333.
14) Cfr. PABLO VI, Carta encíclica "Ecclesiam Suam", ed. Paulinas (Buenos Aires 1964), 27-46.
15) Cfr. Diálogo y Anuncio (DA) nn. 9,58-59,66,76.
16) Cfr. DA 42-45.
17) Unitatis Redintegratio (UR) n. 3.
18) Cfr. DA 17,68,84.
19) Cfr. RM 55.
20) Cfr. DA 33-41.
21) Cfr. RM 56, DA 42-43.
22) "El diálogo se funda en la esperanza y la caridad, y dará frutos en el Espíritu." (RM 56).
23) Para una ampliación de la necesidad de una espiritualidad misionera en la evangelización y su relación con las espiritualidades de las grandes religiones no cristianas, cfr. J. ESQUERDA, La espiritualidad misionera, en: AA. VV., La misionología hoy, o.c., 566-588; IDEM, La experiencia cristiana de Dios, "más allá" de las culturas, de las religiones y de las técnicas contemplativas, en: Portare Christo all'uomo, Pontificia Universidad Urbaniana I (Roma 1985), 351-368;
24) Cfr. DA 47-50, 78-79.
25) Cfr. RM 88-89.
26) Cfr. DA 33,67,81.
27) Cfr. DA 69,78.
28) Nostra Aetate (NA) n. 2.
29) Diálogo y anuncio están relacionados pero no son intercambiables, cfr. DA 77,81.
30) El diálogo y el anuncio son dos caminos de la misma misión de la Iglesia. El diálogo no representa toda la misión de la Iglesia y por lo mismo prepara el anuncio. El diálogo es el camino pedagógico de la misión eclesial. Cfr. DA 82.
31) Este discernimiento debe hacerse por todo el Pueblo de Dios, cfr. DA 30-31. Pero, para establecer ciertos criterios de compatibilidad con elementos esenciales de la religión cristiana, es necesario el servicio del discernimiento jerárquico-episcopal, que tiene un carisma cierto de verdad respecto a la integridad de la revelación divina, cfr. DA 37.
32) Cfr. LG 25, Dei Verbum (DV) 10.
33) Cfr. RM 63-64.
34) En la misión existe un envío, y por lo mismo un enviado y un enviante. En este sentido, la misión de la Iglesia entre las religiones está vinculada directamente a quienes tienen en la Iglesia la responsabilidad última de su marcha. Por lo tanto la coordinación y dirección de la misión recae en última instancia sobre el Papa y los obispos. Cfr. RM 75-76.
35) Cfr. RM 55-56, DA 18,58-59,64,68,75-76.

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Reseña extraída del libro: “Iglesia y Misión, ante el desafío ecuménico e interreligioso actual, análisis y prespectiva”, Ediciones Ágape (Buenos Aires 2007), Presentación, Prólogo y páginas 63-71.


El Autor:

El Padre Luis Ponte nació en Montevideo (1967) y es sacerdote desde 1993.
Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana desde su Instituto agregado en Montevideo (1995), cursó la Licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Comillas en Madrid (1997-1998), y obtuvo el Doctorado en Espiritualidad en Roma (2004) por la Pontificia Universidad Gregoriana.
Ha sido miembro de la Asociación Católica Internacional de Misionología y colaboró como asesor del Departamento de Misiones de la Conferencia Episcopal y de las Obras Misionales Pontificias de Uruguay (1993-1996, 1999-2000) y de España (1997-1998). Su docencia se desarrolla en: el Instituto Teológico del Uruguay (1993-1994, 2007), en la Universidad Francisco de Asís de Maldonado-Punta del Este (1995-1996), en el Instituto de Ciencias Familiares de Montevideo (1996), en la Escuela de Enfermería de la Universidad Católica de Montevideo (1993-1996, 1999-2001), en el año 2002 pasa a residir en el Seminario Mayor Interdiocesano de La Plata (Buenos Aires) siendo profesor de la Universidad Católica. Actualmente reside en Montevideo.


Correo electrónico: plponte@adinet.com.uy

(El resaltado en negritas es nuestro)



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